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sábado, 8 febrero, 2025
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Las gemelas futbolistas siguen cumpliendo sueños: el logro que tuvieron en EE.UU.

“Cincuenta por ciento cumbia y rock nacional y, el otro cincuenta, música en inglés”. En el vestuario del equipo de fútbol femenino del Columbia College, dos gemelas argentinas despliegan su alegría y complicidad. Con 23 años, Emilia y Delfina Zolesio Fernández Blanco tienen dos cosas claras en su vida: son inseparables y no van a dejar el fútbol por nada del mundo.

Nacieron en Palermo, pero hace cuatro años que se mudaron a Missouri, EE.UU,, para cumplir su sueño de jugar al fútbol y estudiar una carrera universitaria. Se recibieron el año pasado de Gestión Deportiva y Administración de Empresas y ahora van a seguir con un master, para seguir jugando y también obtuvieron el título de DT de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA).

Los logros de las chicas, que tuvieron que dar una batalla legal para poder ser futbolistas, las exceden a ellas. El año pasado, con su equipo lograron llegar a la semifinal de una liga de la Asociación Nacional Atlética Intercolegial (NAIA), por primera vez en su categoría en la historia de su universidad. El Columbia College quedó en el tercer puesto de 233, en un torneo de eliminación directa.

Cuando miran hacia atrás, piensan una cosa. “Mamá diría que ella tenía razón”, se ríe Emilia. Frente a las dificultades, su madre, Diana, siempre las apoyó y las motivó a perseguir su sueño. Por eso también mandó a elaborar un cuadro que adorna la habitación de las chicas, justo encima de las cabeceras de las camas: “Lo imposible cuesta solo un poco más”.

De visita en Argentina por unos meses, las gemelas recuerdan que todo empezó en una quinta en La Plata: había una pelota y las hermanas, con tres años, empezaron a patear y no pudieron frenar. Como no había equipos de fútbol de mujeres, jugaban en los de varones. Los compañeros siembre las apoyaron, pero muchos padres no aceptaban en absoluto que hubiera mujeres en el equipo de sus hijos, y les gritaban insultos machistas en cada partido.

«Lo imposible cuesta sólo un poco más», la frase que guía a las hermanas. Foto Ariel Grinberg

Ninguna regla establecía que las mujeres no pudieran jugar los torneos, y así lo hicieron en GEBA. Hasta que llegó su tercer torneo interno. Fue ahí cuando un integrante de la subcomisión deportiva intervino y profirió una amenaza: si las chicas jugaban, los puntos de su equipo no iban a contar.

Desde las gradas y con el uniforme puesto, las gemelas miraron el partido sentadas y aguantando las lágrimas. Cuando volvieron a casa, Delfina, con doce años, le rogó a su mamá: “Quiero un abogado”. Diana Fernández Blanco se rió, pero después pensó: «¿Y por qué no?». Acudieron al INADI, mientras las gemelas empezaron a practicar hockey y futsal. Seis meses después, el juez Carlos Coggi emitía un fallo a favor de las chicas. Las gemelas volvieron a la cancha y así es que un psicólogo de River volvería a cambiar su destino: se estaba formando una de las categorías inferiores del Millonario y quería a Delfina y Emilia en el equipo.

Los primeros pasos de las gemelas con la pelota.

A causa de las restricciones implementadas en la pandemia, las gemelas tuvieron que frenar nuevamente con sus entrenamientos. Y para peor, ¡Emilia tenía número de DNI impar y Delfina, par! Como contaron en una nota en Clarín a fines de 2020, decidieron no separarse y continuar su actividad juntas en EEUU. En un mes, habían tramitado una beca para alistarse en la universidad de Columbia para poder estudiar y formar parte del equipo.

El sistema estadounidense: igualdad en el deporte y el estudio

“El problema de Argentina es que, si hacés deporte y estudiás, es por tu cuenta, y es imposible. Por ejemplo, tenés un examen y un partido el mismo día… si elegís jugar, tenés problemas con la universidad y si vas a rendir, el próximo partido no jugás. En cambio, en Estados Unidos el sistema te ayuda a que estudies y a que seas deportista”, cuenta Delfina.

Les exigen determinado promedio para poder jugar, pero no se compara con el esfuerzo de su adolescencia, que implicaba ir a la escuela doble turno y entrenar fútbol, futsal y hockey a la vez. Y además, hacer frente a los prejuicios. Durante sus vacaciones en la Costa, les alegró ver a muchas nenas jugar en la playa, con naturalidad: “A nosotras nos miraban como si fuéramos extraterrestres».

Las hermanas cuentan las diferencias con el fútbol femenino en Estados Unidos. Foto Ariel Grinberg

Aunque no viven acá, por supuesto que festejan los avances en cuanto a la igualdad de género en el deporte. “El fútbol femenino creció un montón, le falta un montón, pero cambió mucho”, destaca Delfina. Saben que su historia es, en definitiva, la de cualquier futbolista mujer que no viva en Europa o Estados Unidos. Que acá muchas chicas abandonan su sueño porque «el sistema las tira abajo o no tienen apoyo económico y familiar». Gracias al apoyo mutuo y de su madre, hoy continúan haciendo lo que les gusta.

¿ Coca Cola? Sí, pero para el fernet

Las hermanas dicen que jugar en Columbia se siente como vivir en una película de Hollywood. Pero no forman parte de las famosas «hermandades», sino que se apegan al estilo de vida y los planes que tenían en Argentina.

Por supuesto, con algunos shocks culturales. En la primera fiesta a la que fueron, Delfina cuenta que dejó pasmados a un grupo de estadounidenses cuando la vieron sacar un cuchillo del cajón de la cocina y después recoger una botella del tacho de basura. Después, quemar sus bordes, y de forma natural prepararse su fernet para compartir. Boquiabiertos todos. “La casa era un lío y tenían unos vasitos chiquitos que no sirven para nada”. Por suerte, el impacto causado jugó a su favor: “Ahora, todos toman fernet», cuentan entre risas.

En River, donde brillaron en fútbol femenino.

Es justamente la comida y los productos lo que más extrañan. También les costó acostumbrarse a cenar “a la hora de la merienda”, sobre todo los primeros dos años en que vivían en los dormitorios de la universidad y comían siempre en su cafetería. No toman gaseosas y consideran que se consume mucha más comida procesada que en Argentina, y por eso ellas prefieren cocinarse.

Y cuando de cocinar se trata, dicen que consiguen todos los productos argentinos salvo la carne. Compran chorizos y entrañas y el chimichurri que prepara Delfina es un éxito. Igualmente su mamá, cada vez que las visita, elige dejar prendas de ropa para poder llevarles yerba, fernet, chipá y caramelos masticables.

Mientras están de visita en Argentina, disfrutan de los abrazos y el espontáneo “che, te caigo, tomamos unos mates”. De todas formas, el mate es popular en su grupo de amigos estadounidenses. “Ahora todos nos piden para Navidad que les llevemos un mate, como saben que volvimos acá”, comenta Emilia.

Jugar con estilo criollo

Aprendieron inglés desde los cinco años, pero cuentan que cuando llegaron, no entendían nada. Nadie les había explicado que en pleno partido no iban a decir “pasala” en inglés. En EE.UU., en la cancha solo se escucha un repetitivo “yeeh, yeeh, yeeh”.

De todas formas, después del 18 de diciembre de 2022, la Selección argentina se volvió muy popular. Durante el verano, las gemelas trabajan como entrenadoras en los campamentos de IMG Academy, donde acuden nenes de todo el mundo y las emocionó ver, en 2023, cuántos vestían la albiceleste.

La foto de Messi. Después del Mundial, más chicos comenzaron a vestir la albiceleste. Foto Ariel Grinberg

Recalcan que en EE.UU. juegan distinto, aunque poco a poco van compartiendo maneras de jugar. Cuentan que allá es puro «fair play» y que nadie osaría jamás, por ejemplo, intentar ganar tiempo cuando una pelota se va afuera. Uno de los partidos más épicos para las gemelas tuvo lugar el año pasado, cuando iban ganando y quedaban unos pocos minutos. En vez de arriesgarse a anotar otro gol, decidieron aguantar la pelota en el córner. Sus contrincantes las tiraron «como bolos de boliche», según su madre, pero la estrategia funcionó. Columbia College se consagró victorioso.

También comparten la música. Previo a los partidos, se apresuran a poner cumbia y reggaeton en el vestuario, antes de que alguna americana decida poner Taylor Swift. Cuentan con orgullo que en la playlist del equipo lograron poner un 50 por ciento de sus canciones. “Es como que ellas se adaptan a nosotras”, dicen entre risas.

La música argentina también fue la protagonista de una de sus anécdotas más divertidas. El año pasado, estaban junto a su equipo formadas en fila, listas para cantar el himno nacional estadounidense. Pero en lugar de sonar los graves tambores de la canción nacional, se escuchó, durante unos segundos, el estridente bajo de una famosa canción RKT de La Joaqui. ¿Lo mejor? El equipo entero entendió qué había pasado. Americanas y argentinas se miraron, se rieron y bailaron.

Celeste Ciarrusta. Maestría Clarín / UdeSA

AS

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