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Las ventas en el CyberWeek explotaron en términos de dólar blue y esta es la razón que preocupa a expertos

Las ventas del evento CyberWeek para comprar con descuento en los canales electrónicos se transformaron, a esta altura, en un indicador importante de la economía. Sirven no solamente como termómetro de la salud real del consumo sino que, además, aportan datos interesantes sobre uno de los eternos debates de la economía argentina: si el tipo de cambio está o no atrasado respecto de su valor de equilibrio.

Y las cifras de este año resultan muy ilustrativas al respecto: los $493.000 millones que se gastaron durante el evento -según las cifras proporcionadas por la Cámara Argentina de Comercio Electrónico– implican una fuerte suba respecto de lo vendido el año pasado.

No es poco decir, dado que hace 12 meses el país estaba en un frenesí consumista, en parte por el incentivo fiscal determinado por el «Plan Platita», al calor del cierre de campaña electoral. Pero también, acaso en mayor medida, lo del año pasado se explicaba por el fenómeno que los economistas denominan «fuga hacia el consumo»: es el adelantamiento de compras y sobre stockeo de mercadería no perecedera, desde electrodomésticos hasta latas de atún, que suele producirse cuando hay una fuerte expectativa de un evento traumático. En este caso, la población descontaba, acertadamente, que el recambio gubernamental implicaría una devaluación y que todavía no se había visto lo peor de la crisis inflacionaria.

Pero hay un dato más sintomático que el de los 7 millones de productos vendidos este año -que en volumen implican un 34% más que en la edición del año pasado. Se trata de las ventas, medidas en valor dólar.

Al tipo de cambio blue, los números son impactantes: este año se movieron 2,5 veces más dólares que hace un año: más precisamente, u$s434 millones contra u$s170 millones.

El efecto es claro: mientras en el año los precios, medidos en pesos, subieron un 193%, el dólar paralelo apenas lo hizo en un 31%: en el CyberWeek de hace un año cotizaba a $890 -una brecha de 154% respecto del tipo de cambio oficial-, lo que hacía que los productos en oferta fueran percibidos como baratos en términos de dólar. Para quienes tenían dólares ahorrados, era el momento de hacerlos rendir.

Dicho en otros términos, para que el dólar blue mantuviera su mismo poder de compra que en el CyberWeek del año pasado, su cotización debería ser hoy nada menos que de $2.607. O, peor todavía, para que la facturación medida en dólares hubiese quedado estable, las ventas en pesos tendrían que haber sido de apenas $200.000 millones.

Peso más fuerte, compras más baratas

¿Y qué pasó este año? El blue está apenas un 31% sobre el dólar oficial. Para quien tenía dólares guardados en el colchón, esto significó una fuerte desvalorización, porque con la misma cantidad de billetes verdes se puede comprar la mitad de productos que hace un año. Y, sin embargo, las ventas explotaron.

La explicación, claro, es que el peso -y, por lo tanto, el poder adquisitivo de los asalariados- ahora se está valorizando en términos reales, sobre todo para quienes compran bienes o servicios con precio dolarizado.

En el caso de productos con un componente importado, los precios siguen más el ritmo del dólar oficial que el del paralelo. Hoy esa cotización es de $993 contra los $350 de hace un año, lo que implica que, en términos reales -es decir, descontando la inflación- el dólar está más barato. No mucho, un 3,5% por ciento. Pero es un punto que confirma a quienes hablan sobre el regreso del retraso cambiario al país.

El salario, según le medición del Indec, tuvo en un año una variación de 182% promedio -aunque, si se mide solamente el de quienes tienen empleo registrado en el sector privado, la suba fue de 198%-. Y ese público de clase media y media-alta es el grueso de quienes arrasan con los eventos de oferta en venta electrónica. Los números implican que, al tipo de cambio oficial, ese público incrementó este año su poder adquisitivo en dólares un 5%.

Pero el dato más importante es este: esos salarios, medidos en términos de dólar blue, subieron un 127%. Lo que implica que, para determinadas categorías de productos, la compra haya resultado un buen negocio. Esto se reafirma si se considera que, este año, dentro de la canasta de precios que mide el Indec, los rubros de bienes -como el de equipamiento del hogar, por ejemplo, que lideró las ventas del CyberWeek- tuvieron un incremento menor al promedio del IPC y mucho menor al de los servicios.

Se abre la «fuga» del turismo

Tampoco resulta extraño, desde ese punto de vista, que una de las categorías líderes del evento de venta electrónica haya sido el turismo. De hecho, en el último fin de semana largo, ya los empresarios turísticos locales indicaron ante una encuesta de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) que, si bien el movimiento fue bueno, con 1,4 millón de viajeros, empieza a notarse con fuerza la competencia de los viajes hacia Brasil y Chile.

De hecho, con una salida neta de u$s600 millones mensuales y tendencia a la suba, los economistas ya están previendo que el turismo emisivo volverá a ser uno de los principales canales por los cuales se «fuguen» divisas del país.

Sobre todo si, además, se confirma que el gobierno no sustituirá el impuesto PAIS -que hoy recarga con 30% a quienes usen la tarjeta de crédito para pagar pasajes de avión, reservas de hotel y consumos en el exterior-, con lo cual ese «tipo de cambio turista» ya se acercará al blue, del cual lo separará una brecha de apenas 20%.

Los economistas que siguen de cerca la balanza de pagos están haciendo advertencias sobre que, entre los turistas y los que hagan las mini importaciones desde sus casas, se generará un flujo de salida de dólares que podría neutralizar el saldo positivo de la balanza comercial. Los antecedentes históricos son elocuentes en ese sentido: hubo años en que el retraso cambiario llevó a que la salida de dólares fuera mayor a u$s8.000 millones, una cifra que coincide con el superávit comercial que están esperando los economistas -muy lejos del optimista pronóstico oficial de u$s20.000 millones-.

La situación se torna todavía más compleja por la reciente decisión de ampliar la posibilidad de importaciones de productos o servicios para uso personal, que anunció la semana pasada Toto Caputo.

El límite para hacer compras por envíos de firmas como Amazon era de u$s1.000, y ahora será de u$s3.000. Pero, además, por los primeros u$s400 se exonerarán los aranceles, de manera que únicamente se pagará el IVA. El gobierno puso un ejemplo de cuál será el beneficio: antes, una campera de u$s100 traída desde el exterior, debía pagar u$s67 de impuestos, pero con el nuevo régimen sólo pagará u$s21.

La intención expresamente proclamada por el gobierno es que se abarate la compra de textiles, juguetes y de productos de electrónica. Y argumenta que la medida es una forma de democratizar el consumo, de forma que no esté sólo al alcance de aquellos con posibilidades de viajar al exterior.

Como era de esperar, hubo expresiones de preocupación por parte de los industriales locales, que ya se venían quejando del impacto negativo causado por el retraso en el tipo de cambio.

La «droga» del atraso cambiario

Todos los datos llevan a una misma conclusión: Argentina volvió a ser un país caro en dólares, y todo indica que esa situación se enfatizará en los próximos meses.

A contramano de los países de la región, que están insinuando una devaluación de sus monedas para compensar al «súper dólar» de Donald Trump y la caída en los precios de las materias primas, Argentina va en el sentido opuesto. Aferrado a su esquema de ancla cambiaria, Caputo está previendo que el actual esquema de «crawling peg» -como se conoce en la jerga al deslizamiento diario del tipo de cambio oficial- se ralentice para ayudar a una baja de la inflación.

De esa manera, la cotización oficial dejará de subir a una velocidad del 2% y se acercará al 1,5% para terminar el 2025 en torno al 1% mensual. Es una política que, en los hechos, admite que habrá un aumento adicional de los precios, medidos en dólares, salvo que se logre el objetivo de que el IPC sea exactamente igual a la devaluación, algo que a priori luce muy difícil.

Los economistas más críticos ya pusieron al problema del atraso cambiario como uno de los mayores riesgos de crisis a mediano plazo. Fue muy comentado en los últimos días un texto de Carlos Rodríguez -que en la campaña electoral coordinó los equipos de JavierMilei- quien trazó un paralelismo entre el apego a las políticas de ancla cambiaria y «carry trade» con el consumo de drogas.

¿Con dólares del colchón?

La gran apuesta de Caputo, en ese marco de valorización del peso, es que se intensifique una tendencia que se está notando desde algunos meses, y que el gobierno estimula expresamente: que los argentinos usen los «dólares del colchón» como moneda para las transacciones cotidianas.

De hecho, se está hablando sobre la posibilidad habilitar los pagos con QR en dólares, desde billeteras electrónicas, como parte del proceso de desarme de los controles cambiarios.

Desde el punto de vista del gobierno, esto implica la posibilidad de que la recuperación incipiente del consumo no implique necesariamente un sacrificio de reservas para el Banco Central.

Por lo pronto, el CyberWeek fue un recordatorio de la persistencia del retraso cambiario. Aunque al mismo mes el BCRA se haya dado el lujo, en pleno noviembre, de seguir comprando dólares.

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