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Amenaza de división en los bloques del PJ por la fractura kirchnerista

Tarde o temprano iba a pasar. El kirchnerismo se quebró y al parecer se llevará puesto al peronismo. Lo que no ocurrió en 20 años, está pasando. Cristina Kirchner perdió el látigo y ya no puede someter a todos y todas. Sigue siendo la dirigente que más influye y más arrastra en el justicialismo, pero ya no puede conducir por X (ex Twitter).

El peronismo entonces deberá elongar un músculo atrofiado por la falta de uso. Lo más curioso es que habrá elecciones internas con Cristina y por Cristina. Si ella no se autopostulaba, previendo un clamor que nunca llegó, posiblemente hubiese habido alguna posibilidad de lograr una fórmula de unidad.

La embestida de la ex presidenta, para quien Axel Kicillof es el nuevo Judas, dividió aguas entre los principales sectores del partido.

Esa divisoria de agua ahora amenaza con la división de los bloques del Partido Justicialista en las dos cámaras legislativas bonaerenses y en ambas del Congreso Nacional.

En medio de la tensión, de un lado están los aliados de Cristina y los camporistas y del otro los legisladores que responden de los intendentes que juegan con Kicillof y con gobernadores peronistas.

Cristina logró cerrar filas con algunos aliados estratégicos de cara a la pelea por la conducción partidaria. En la lista aparece Alicia Aparicio, la madre del intendente renovador de San Fernando, Juan Andreotti. No está claro aún si Sergio Massa está jugando fichas solo con Cristina porque también mantiene lazos con Kicillof.

La gestión de los armadores de la ex presidenta también hicieron ruido en el Gran Buenos Aires, que terminó partido por la disputa interna. De un lado, con Cristina, está la vieja escudería del timonel Martín Insaurralde. Casi todos ellos figuran en la lista de la ex presidenta. Federico Otermín, Leonardo Nardini y Gustavo Menéndez, entre ellos. A último momento, y después de haber coqueteado (y mucho) con los disidentes, se anotó Ariel Sujarchuk. También figura Mariel Fernández, del populoso Moreno. Si a estos se les suman los camporistas de Quilmes y Lanús.

Pero no es menor que otros grandes municipios estén anotados para una renovación en el PJ, lejos del kirchnerismo. O, más vale precisar, de La Cámpora. Aún no pensando lo mismo, ahí están Jorge Ferraresi, Mario Secco, Gabriel Katopodis, Fernando Grey, Julio Zamora y Juan José Mussi. Fernando Espinoza tiene algunos problemas personales más importantes pero con disimulo se lo ve caminando por esta vereda.

En medio de tantas divisiones Cristina no termina de digerir lo que interpreta como una «traición» de Kicillof. En una reunión a solas que compartieron el martes pasado, le preguntó varias veces al gobernador si la iba a apoyar. «No es tan difícil, Axel, tenés que decir públicamente que yo tengo que conducir al peronismo», le dijo, según fuentes de su entorno.

El gobernador le contestó que sí, pero sin demasiada contundencia. Máximo Kirchner celebró que su madre finalmente se termine de convencer que su otro hijo, el putativo, al que ella pulió como político, es un desagradecido.

El riojano Ricardo Quintela venía armando su candidatura al PJ desde hacia tres meses. Viajó por todo el país, pero hizo hincapié en la Provincia de Buenos Aires. Más precisamente, en La Plata y el Gran Buenos Aires.

El funcionario de Kicillof que vino de bien lejos tras su derrota en el Chaco, Jorge «Coqui» Capitanich, fue el que le dio el último aval que necesitaba Quintela para presentar su candidatura.

El propio ex gobernador chaqueño fue quién lo mandó al frente y le confesó a Cristina los motivos. «Todo me lo pidió Kicillof», sentenció. La ex vice entró en cólera. Máximo y Wado de Pedro, saltaban de alegría.

Si Quintela no baja su candidatura, en noviembre habrá elecciones. Son 3 millones de empadronados, aunque nadie sabe bien cuántos están vivos. En la Provincia son 1.2 millones. Por eso Cristina, en persona, y Máximo y Wado, salieron a buscar adhesiones. Mejor dicho, lo que buscan es una garantía que los jefes territoriales pongan en marcha los aparatos.

En cambio todos los díscolos se ilusionan con Kicillof. A ninguno de ellos, hace no tanto, el Gobernador les terminaba de cerrar. Pero ahora resaltan con admiración la estrategia de empoderarse frente a Máximo y Cristina, sin romper. Justamente ahí está la clave de todo: desean que Kicillof termine de romper para lograr una verdadera renovación del peronismo.

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