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La puñalada de Javier Milei, el «siga siga» de Cristina Kirchner y la rebeldía de Victoria Villarruel

Viernes. Ya son casi las nueve de la noche. En la Casa Rosada todavía quedan funcionarios, pocos pero decisivos.

—La expectativa con la Corte Suprema era otra —confiesa uno de ellos.

No dice nada más, pero dice bastante. Es una pista. En la cima del poder revelaban así parte de los motivos que llevaron a Javier Milei a acelerar el proceso de designación de dos postulantes para el máximo Tribunal de Justicia. El Presidente sostiene que la Corte no funciona con cuatro miembros -de los cinco que exige la ley 26.183 promulgada en 2006- o, por lo pronto, que no funciona como el Ejecutivo pretende.

Los miembros clave del Gobierno están molestos porque los cortesanos no trataron dos temas que juzgan urgentes: el recurso que presentó el procurador general del Tesoro, Rodolfo Barra, para que se defina la validez del capítulo laboral y el pedido de La Rioja para que resuelva si el DNU -entero- es constitucional o no. El primer requerimiento es del 19 de febrero y, el segundo -patrocinado por Eugenio Zaffaroni, que exigió pronto despacho-, del 21 del mismo mes. Para la Corte, que proclama que antes de una definición judicial deben agotarse los tiempos de la política, pasó solo un mes; para Milei ese plazo es una eternidad.

La decisión de patear el tablero se terminó de tomar el lunes. Los elegidos eran el juez federal Ariel Lijo y el jurista Manuel García-Mansilla. Un día después, muy tarde -y cuando solo faltaban unas horas para el anuncio-, se la comunicaron a los protagonistas involucrados en el asunto. Victoria Villarruel diría el jueves por televisión que ella se enteró por los medios. A la mayoría de quienes se sienten parte fundamental del espacio le pasó lo mismo. Lo consideraron una afrenta. Fue un cimbronazo para la interna.

El círculo íntimo de Milei siempre fue chico. Ahora, lo es aún más. El líder libertario tiene un estilo de gestión basado en el impacto y el alto perfil. Decide avanzar de un momento para otro y lo hace sin freno, aun cuando esa acción requiera de un paso determinante por el Congreso. Un Congreso que -como se ha visto- puede resultar traumático para sus intereses. En los primeros cien días de gestión no pudo aprobar un solo proyecto.

En este caso, el de los jueces que promueve para la Corte, el proceso podría ser incluso más intrincado. Los pliegos que se enviarán al Senado para sustituir a Elena Highton de Nolasco, que renunció en 2021, y a Juan Carlos Maqueda, que cumplirá 75 años a fin de año, deben ser validados por una mayoría especial: dos tercios de los votos. El oficialismo solo cuenta con siete senadores de los 72 que componen la Cámara alta. Para la mayoría especial se necesitan 48 votos.

¿Hay un plan secreto para negociar con el kirchnerismo y con el resto de los bloques opositores? No parece. ¿Y entonces? Alguien le sugirió al primer mandatario que lo que no funciona debe desnudarse ante el teatro público con hechos concretos. Lo convencieron con un argumento que él mismo utiliza: hay que exponer la necesidad de un cambio y, si ese cambio sufre demoras, exhibir a quienes lo detienen. Palabras mágicas para un Milei que venía despotricando puertas adentro contra la Corte. Lo habló, entre otros, con el propio Ricardo Lorenzetti, con quien conserva un diálogo permanente y gentil. Lorenzetti es el primer entusiasmado con la postulación de Lijo.

Los nombres de los candidatos estaban reservados en una pequeña lista que el mileísmo elaboró apenas asumió el poder. Se analizaron mucho los costos de no incluir a una mujer, como exige un decreto. Hasta hubo un par de candidatas en danza, como el de Susana Medina, la presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina. Al final, en el Gobierno se jugaron por Lijo y por García-Mansilla con una premisa bien propia de la fuerza libertaria: la cuestión de género nunca los puede condicionar.

Lijo se enteró de que pensaban en él en diciembre, cuando se reunió con Mariano Cúneo Libarona. Lo mismo ocurrió con García- Mansilla. Ambos postulantes tuvieron otras reuniones importantes, aunque ninguno vio en persona a Milei. García-Mansilla es el menos conocido de los dos, pero comparte con Lijo -y con Milei- su oposición al aborto. El catedrático tiene un atractivo más para el mileísmo: publicó varios artículos en los que describe mecanismos para que la dolarización pueda ser constitucional.

El teléfono de Lijo se llenó de mensajes desde el martes a la noche. Gobernadores y diputados, operadores de toda índole, empresarios, periodistas y jueces con los que tiene trato desde hace más de dos décadas lo felicitaron. Estaba con su hija Belén cuando le dieron la noticia. Lloró varias veces por teléfono. Quienes lo conocen mucho dicen que fue porque coincidió con la reciente muerte de un gran amigo. Otros sospechan que lo sintió como una revancha tras una lista de denuncias que acumuló desde que lo eligieron juez de Comodoro Py, en 2004.

Sobre Lijo recaen acusaciones muy pesadas: desde sospechas de que se enriqueció ilícitamente en sociedad con su hermano, Alfredo “Freddy” Lijo, hasta que tuvo “demoras excesivas en la tramitación de causas” que tenían a funcionarios como imputados en causas de corrupción. No fue el caso de Amado Boudou, a quien procesó en la causa Ciccone. Luego Boudou fue condenado a prisión.

En el oficialismo aseguran que Lijo cuenta con un curriculum que no puede ser objetado, lo mismo que el de García-Mansilla. Si la movida prosperara, los dos deberán afrontar una audiencia pública. Para Lijo será un desafío mayúsculo por las denuncias que tuvo: dicen que se está preparando desde hace tiempo. En el Gobierno apuestan a que los pliegos entren al Senado en menos de un mes. El proceso total podría demorarse unos cinco meses.

El shock en la oposición por el anuncio fue subterráneo. Los principales referentes no emitieron opinión en los medios ni en las redes. Todos miraron a Cristina, que tiene la llave del Senado, con 33 miembros que integran el bloque de Unión por la Patria. La ex presidenta no puso el grito en el cielo ni mucho menos. “Siga, siga”, dijo uno de sus confidentes.

La jefa disfrutó al ver en guardia a parte de un sistema político-judicial que aborrece y que sería afectado por la posible designación de Lijo. En ese universo ubica a Carlos Rosenkrantz, a Horacio Rosatti y a Mauricio Macri. ¿Y la UCR? Para el sector que responde a Daniel Angelici, amigo íntimo de Lijo, fue una excelente noticia. Operarán a full en su favor. Alguien le preguntó al senador Martín Lousteau qué haría si la movida llegara al recinto. El presidente del partido dijo que preferiría a dos candidatas mujeres. ¿Y si no las hay? Silencio. “Ariel es uno nuestro, lo va a tener que votar con las dos manos”, dijeron cerca de Angelici.

La capacidad del Gobierno por alterar la agenda en medio de una recesión que asoma feroz para los próximos meses, se ha vuelto innegable. Y si no lo hace por iniciativas, lo logra por diferencias internas. Los altercados de Milei con Victoria Villarruel ya se viven como una novela por capítulos. La simpática foto que se sacaron el martes, abrazados, tras la reunión de Gabinete, se esfumó 48 horas más tarde.

La vicepresidenta le dio una entrevista a Jonatan Viale en TN y desnudó hasta qué punto se diferencia de Milei. Confió que los legisladores deben ganar más, dijo que no le agradó que la dejaran afuera de la política de seguridad y de defensa, se manifestó en contra de la rebelión fiscal, pidió mujeres para la Corte y rechazó -en detrimento del plan de Patricia Bullrich-, que las Fuerzas Armadas intervengan en el combate contra el narcotráfico. Algo más. Tiró una frase que va a quedar: dijo que Milei era “un jamoncito” en las disputas entre ella y Karina. Jamoncito: la antítesis de la imagen de león que quiere dar el jefe de Estado.

Pese a todo, Milei y Villarruel volvieron a hablar por teléfono el viernes a la mañana.

—¿Todo bien con la llamada? —le preguntó un asesor a la vicepresidenta.

—Sí, todo muy bien —contestó ella.

Le pidieron detalles. Pero Villarruel sonrió y siguió su camino.

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