El 2024 es un año bisiesto, por lo que febrero tendrá 29 días, fecha que se da casi siempre cada cuatro años. Esta anomalía, un recurso empleado por el calendario gregoriano para equilibrar su ciclo con el calendario solar, produce años de 366 días en lugar de los tradicionales 365. A pesar de ser una ocasión especial, muchos desconocen los orígenes de esta fecha y cuáles son sus objetivos.
Antecedentes al año bisiesto
Como se mencionó, se trata de un intento de sincronizar los calendarios con el ciclo natural de cada año, es decir, el tiempo que tarda la Tierra en orbitar alrededor del Sol. Cada año solar cuenta con una duración aproximada de 365,2422 días, lo que se traduce en 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos en dar una vuelta completa al Sol. Es por ello que resulta casi imposible igualar esta cifra y la diferencia produce un desfase temporal que se acentúa con el paso del tiempo.
Este problema fue experimentado en mayor medida por las sociedades antiguas. Cerca del año 3100 A.C, los egipcios inspiraron a las sociedades antiguas de China y Roma, al usar calendarios lunares para establecer el paso del tiempo. Sin embargo, los meses tenían una duración media de 29,5 días, lo que daba como resultado años de 354 días. Esto generaba un error de 11 días, lo que afectaba a las estaciones, creando una distorsión del tiempo. En la Antigüedad, existieron diferentes variantes para establecer esquemas que intenten replicar estos plazos, sin embargo no fue hasta el año 45 a.c., que una serie de cálculos matemáticos dieron lugar a un nuevo tipo de esquema temporal.
Los orígenes del año bisiesto
Fue durante la Antigua Roma, cuando Julio César notó que el calendario se encontraba desaliñado con el año solar, al percibir una falla en las estaciones. De esta manera, solicitó a Sosígenes, un astrónomo de origen alejandrino, en crear un sistema que ayudara a arreglar esta problemática. El matemático propuso diseñar un nuevo calendario, inspirado en el egipcio, que consistía en años de 365 días, con un día adicional cada cuatro años. El objetivo de esto era alinear la fecha con el año solar.
Sosígenes nombró este nuevo paradigma como “ante diem bis sextum Kalendas Martias”, que en latín significa “sexto día antes de las calendas [primer día] de marzo”. El día elegido con este fin fue el 24 de febrero, que pasó a duplicarse. Con el paso del tiempo, esta frase se redujo a una versión simplificada, “bis sextus”, que se adaptó a nuestro idioma como bisiesto. Esto dio el inicio a lo que se conoció como calendario juliano, cuyo nombre rinde homenaje a Julio César, su propulsor.
En 1582 se introdujo el calendario gregoriano, que rige hasta la actualidad. Este fue producto de una propuesta del papa Gregorio XIII, quien inspiró su nombre. Con este, surgieron una serie de cambios en su esquema. Una de las modificaciones más significativas fue trasladar el día adicional al 29 de febrero.
Los cálculos matemáticos del año bisiesto
Para evitar desajustes temporales, se creó un sistema de excepciones para los años bisiestos. De esta manera, se evitarían errores que, al pasar del tiempo, podrían generar grandes desfases temporales. Estas se basan en dos premisas principales:
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