En una sociedad crispada por eternos desencuentros, que un partido de fútbol sea motivo de pasiones desequilibradas merece un llamado de atención. River-Boca es un clásico. Tal vez, uno de los dos, tres más importantes del mundo. Se juegan mucho: siempre se juegan mucho más allá de contextos. River está un poco mejor, Boca un poco peor, nada determinante. Sin embargo, es solo un encuentro. La vida –la política, la economía, la sociedad en su conjunto- tienen demasiadas inquietudes por resolver que un resultado de un súper. Hicieron bien, entonces, los protagonistas, en bajar los decibeles antes de la gran cita, la que mueve corazones desatados, este domingo, desde las 17, en el Monumental.
“Queremos un clásico en paz, que se viva de la mejor manera. Obviamente sabemos que somos locales, con nuestra gente vamos a dar lo mejor y queremos eso: un clásico en paz. Ojalá le demos un lindo espectáculo a los hinchas de River que estarán en la cancha y a los hinchas que lo vean por televisión”, advirtió Franco Armani.
“Tenemos muchos jugadores que ya han pasado este tipo de partidos como el superclásico, sabemos que también hay otros que jugarán por primera vez este partido y le dijimos que disfruten del día a día porque no se da siempre. Ellos van a tener la oportunidad de jugar el primero de sus vidas, que es algo único”, reflexionó el nuevo hombre de la cinta. “Me toca ser el capitán, por lo que hablo con todos mis compañeros. Lo mismo que otros jugadores de experiencia, que sabemos lo que es vestir esta camiseta en tantos años. Lo principal es aislarse de las redes sociales y de los medios de comunicación. Hay que dejar todo de lado”, advirtió.
Nicolás Figal, el defensor de Boca, pidió exactamente lo mismo: “Esperemos hacer los dos un buen partido y que se viva en paz”. Y fue más allá: “Coincido con Franco, hay que dejar las redes sociales de lado. Les pedimos que bajen la ansiedad, que disfruten la semana y que una vez que pasa se puede volver a la normalidad. Hay que ganar para disfrutar”.
Esa paz que sugieren los protagonistas debería trasladarse sobre el campo de juego: suele pasar muy de vez en cuando. El presente no es decisivo, aunque puede ser un llamado de atención a futuro: River se encuentra segundo en la Zona A, Boca tiene seis equipos sobre su nombre en la Zona B, con más urgencia de sumar puntos y en un grupo, en la práctica, más complejo. Sin embargo, nadie corre riesgos enormes frente a un tropiezo: recién arranca la temporada, es mayor el impulso de la victoria que el destierro de la derrota.
Martín Demichelis, más allá de algunos cuestionamientos (justamente) en redes sociales, está más seguro. Ganó los dos clásicos de 2023 (1-0 y 2-0), salió campeón de la Liga Profesional y sumó una estrella en una definición con Rosario Central. Pasó la tormenta de la salida de Enzo Pérez y debe descifrar qué hacer con la ausencia de Miguel Borja, el goleador del torneo, con 6 goles. Perder con Boca siempre es un contratiempo, más aún luego de dos empates seguidos en la competencia. Pero no está en juego su puesto, ni la clasificación al tramo final de la Copa de la Liga, ya que el año verdadero arranca con la Copa Libertadores. Ganar sería toda una aventura: tres de tres podría ser un acontecimiento histórico.
En caso de sumar otro triunfo alcanzará la marca de Héctor Veira y José Eulogio Urriolabeitia. El Vasco Urriolabeitia festejó en los tres clásicos. En el Nacional de 1972, el recordado 5-4 en la cancha de Vélez; luego, la semifinal que ganó River por 3-2 y un 2-1 del Metropolitano de 1973, en la fecha inicial. El Bambino, entre 1984 y 1986, ganó los primeros tres: un 4-1, un 1-0 (el golazo de Montenegro) y el histórico 2-0 en la Bombonera con la pelota naranja, con goles del Beto Alonso y la (media) vuelta olímpica.
Diego Martínez le está tomando el pulso al Mundo Boca, más allá de su experiencia de juventud en las divisiones menores. Tiene buenas intenciones, pero aún el equipo sigue en la mezcla exacta de lucidez y medias bajas que gobernó buena parte del ciclo anterior. Sin Pol Fernández, el motor, hace tiempo sin Rojo, extraña a Barco y cierta armonía general. Recibirse de entrenador xeneize significa graduarse en el Monumental. Qué mejor examen de autoridad luego de un puñado de deslices en juego y resultados. Sería el mejor golpe sobre la mesa rumbo a la Copa Sudamericana, el objetivo central del porvenir. Perder con River significaría algo más que una derrota: cómo sobrellevar el día después, sin argumentos de peso en su breve historial.
Entre tantos, hay dos jugadores que van a estar en el centro de la escena. Aún si, por algunas vueltas de la vida, no son titulares. Claudio Echeverri puede jugar el único clásico de su vida profesional. Es crack, tiene 20 años y tiene la cabeza repartida entre el Monumental y el Manchester City de Pep Guardiola. Debe transformar los murmullos en la actuación de su vida con las gambetas de siempre: nada de otro mundo. Puede hacerlo. Es inteligente, hábil, escurridizo. Ya demostró, en otros escenarios, que los grandes desafíos los guarda en el bolsillo. Sería el despegue definitivo, la pequeña gran consagración de otro hijo del semillero, más allá de su venta repentina y los millones en el aire.
Lo sabe: un error, un reproche. Pero se le abrió una puerta y él tiene las llaves. “No sabemos si va a seguir con nosotros… Capaz a mitad de año se va al City. Tiene que disfrutar este clásico, porque después se extrañan estas cosas. Es el clásico que se va a ver en todo el mundo, el más importante de todos”, apunta Armani con la cinta de capitán en la voz. Figal, una pieza indispensable en la historia reciente de Boca, dice lo mismo, con otras palabras, de la otra figura que tendrá los flashes sobre su camiseta número 10: Edinson Cavani. A los 37, sin gol, tiene la mesa servida en el Monumental. El mítico escenario debe ser su plataforma. De goles, de afectos contenidos. De todo lo que siempre soñó, alambrados y Bombonera, mediante.
“Tenemos un delantero de jerarquía como Edinson Cavani. Es un ejemplo adentro y afuera de la cancha, se le da una oportunidad para demostrar lo que dejó en claro a lo largo de su carrera. Tenemos que ayudarlo nosotros”, puntualizó Figal. Cavani busca quedar en la historia.
Una fiesta en paz: ese es el deseo. Dos técnicos bajo la mirada estricta de los especialistas (sobre todo, desde adentro) y dos figuras, un niño y un veterano, en la plataforma de lanzamiento. River-Boca, una tarde de verano en el Monumental. Qué más…