La mañana del miércoles pasado, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, publicó un tuit de campaña. En pocas líneas desplegaba a pleno su idea acerca de la incapacidad del pueblo argentino para “entender” aquello que, según la mafia gobernante, sería evidente.
“En cualquier país un gobierno que en menos de dos años saca a 12 millones de personas de la pobreza, baja la inflación de 25 % por mes a 1,5 %, que tiene la economía creciendo al 6 % y las exportaciones al 5 %, ganaría caminando cualquier elección. Pero esto es Argentina y por eso necesitamos tu voto este domingo”, escribió Sturzenegger.
En cualquier país un gobierno que en menos de dos años saca a 12 millones de personas de la pobreza, baja la inflación de 25% por mes a 1,5%, que tiene la economía creciendo al 6% y las exportaciones al 5%, ganaría caminando cualquier elección. Pero esto es Argentina y por eso… pic.twitter.com/m5EBEIBapI
— Fede Sturzenegger (@fedesturze) September 4, 2025
Cuando el ministro tuiteó, aún faltaban varias horas para que su jefe Javier Milei hiciera un verdadero papelón en Moreno, en una acto vacío de militancia, lleno de prontuariados barrabravas “custodiando” a las huestes libertarianas y rodeado de un vecindario que nunca dejó de expresar su bronca por la “visita” de un Gobierno hambreador y represor.
Evidentemente, ni los habitantes de Moreno, ni los de La Matanza, La Plata, Lanús, Quilmes, San Martín, Merlo, Lomas de Zamora, Berisso, Florencio Varela y demás partidos del populoso Gran Buenos Aires parecen creer en esos supuestos “éxitos” que escribió Sturzenegger. Pero tampoco sería convincente el discurso oficial para quienes viven en zonas de alta productividad agropecuaria como las que componen la segunda, la cuarta o la séptima secciones electorales.
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La derrota aplastante de La Libertad Avanza de este domingo en casi toda la provincia de Buenos Aires fue un mensaje claro de millones de bonaerenses. Esta vez capitaliza la elección Axel Kicillof, a quien le salió bien el desdoblamiento de las elecciones (cuestionando hasta por su mentora Cristina Kirchner) y ahora lo perfila como candidateable hacia 2027.
En este contexto, vale agregar la muy buena elección del Frente de Izquierda Unidad , con una campaña a pulmón que conquistó dos nuevas bancas en la Legislatura bonaerense desde en la Tercera Sección electoral (con Nicolás del Caño a la cabeza). El FITU tuvo resultados muy destacables que lo posicionaron como tercera fuerza en distritos como La Matanza y La Plata.
Pero el descontento popular con el experimento que copa la Casa Rosada excede a quién haya capitalizado esta elección en particular. Milei y sus secuaces buscaron “plebiscitarse” en la provincia. Y ese plebiscito no tiene retorno. Mucho menos si los guarismo se repiten dentro de un mes y medio en la elección nacional.
Iluminado por “el veredicto de las urnas”, aquel mensaje de Sturzenegger quedará para la historia como una ineficiente chantada con ansias extorsivas. Él puede, incluso, creerse sus propias palabras (mitómanos con poder siempre hubo), pero las mayorías sociales están más que convencidas de que Milei no sacó a doce millones de personas de la pobreza y que la baja de la inflación y el supuesto crecimiento de la economía no significa una mejora sustancial de la calidad de vida de la clase trabajadora y los sectores populares.
Para no hablar del profundo descrédito popular en el que cayó el Gobierno a partir de las revelaciones de casos de corrupción de altísimos funcionarios (como la propia hermana prsidencial) y de los métodos totalitarios y represivos que son parte de una verdadera “política de Estado”.
Sturzenegger dice que “en cualquier país” un gobierno como el suyo “ganaría caminando cualquier elección”, pero que en Argentina eso no es así. Como si el país en el que él gobierna fuera un extraño territorio, con millones de personas dominadas por la incapacidad de comprender. ¿De qué país “cualquiera” habla el ministro? No da detalles.
¿Por qué, entonces, él y sus amigos no se van a intentar gobernar en otras latitudes, donde supuestamente se valorarían en serio sus esfuerzos “desregulatorios” y “transformadores”? Chanta, por donde se lo mire.
En verdad, lo que hizo Sturzenegger en más de un año de gestión como ministro es un desastre. Como ejecutor de buena parte del “plan” de Milei y Caputo para conseguir el “superávit fiscal” a costa de degradar las condiciones de vida de las mayorías populares, las clases dominantes lo valoran como uno de los “valientes” que se pusieron al hombro tareas recargadas de inhumanidad y perversidad. Cuando él dice sonriente que en pocos meses echó a más de cincuenta mil empleadas y empleados públicos, por detrás quien sonríe es la burguesía.
“Este tipo se tiene que ir ya y todos los que él dejó en la calle tienen que volver a su trabajo”, dijo este lunes Myriam Bregman en la misma red social en la que Sturzenegger había escupido días atrás su odio porque en Argentina no se sabe valorar el “plan” de la ultraderecha.
¡Hay que pelear! Este tipo se tiene que ir ya y todos los que él dejó en la calle tienen que volver a su trabajo. https://t.co/SYxdzlmxm8
— Myriam Bregman (@myriambregman) September 8, 2025
“¡Hay que pelear!”, agrega Bregman con toda razón. No será por este resultado electoral que Milei y compañía “recapacitarán” y revertirán su programa (si es que a sus medidas regresivas se les puede llamar así). Tampoco se frenará el desastre causado esperando pacientemente a 2027 para que la Casa Rosada reciba nuevos inquilinos (que, encima, podrían ser los mismos que gobernaron antes y nos dejaron este “regalito”).
Posteriormente, en otro mensaje a través de X, Bregman propuso que “los que han sostenido el DNU 70/23 vigente se la jueguen y de una vez por todas lo tiremos abajo en Diputados. Ya no quedan excusas.”
Espero que tanto balance en redes haga que los que han sostenido el DNU 70/23 vigente se la jueguen y de una vez por todas lo tiremos abajo en Diputados. Ya no quedan excusas.
— Myriam Bregman (@myriambregman) September 8, 2025
Aunque aún falta la prueba electoral “mayor” para Milei, que son las elecciones nacionales del 26 de octubre, los ganadores bonaerenses del domingo ya sueñan con las presidenciales que se realizarán en más de dos años. Para ellos “pelear” no es lo mismo que para Bregman y el Frente de Izquierda .
El ejemplo más claro lo dan los dirigentes sindicales que manejan desde hace décadas la CGT y la CTA . Subidos al caballo kicillofista, exponentes como Héctor Daer, Carlos Acuña, Octavio Argüello, Hugo Yasky, Hugo Godoy, Hugo Moyano o Roberto Baradel se encuentran muy cómodos en sus sillones. Ellos no tienen ningún plan de lucha real, concreto y urgente, pensado para movilizar a los millones de afiliados a sus sindicatos hasta derrotar este plan empobrecedor y represor. El “futuro” que pregonan como un derecho al que hay que impulsar con un “movimiento”, parece que quiere tocar ninguna “música” en el presente.
Quienes no se quedan en la comodidad son las patronales, que desde este mismo lunes se apoyarán sobre la debilidad del Gobierno nacional para intentar imponer aún más sus reclamos devaluatorios y flexibilizadores. La tregua extrema otorgada por las burocracias sindicales en todo este tiempo es un aporte inestimable para el empresariado y sus agentes políticos. Nada más lejos de que se acaba de expresar electoralmente en las zonas más pobladas de la provincia de Buenos Aires.
Desde el Frente de Izquierda Unidad el asunto se ve desde otro ángulo. Nicolás del Caño (que encabezó la lista en la Tercera Sección) dijo al conocerse los resultados que “nuestras bancas van a estar puestas al servicio de fortalecer todas las luchas de los trabajadores y del pueblo. Hay que preparar una gran movilización para tirar abajo el ajuste de este Gobierno”.
Por eso, hay que redoblar el compromiso de acompañar y masificar todas las luchas populares. Desde las marchas de jubiladas y jubilados, del colectivo de discapacidad, de los sectores de trabajadores en lucha y del sindicalismo combativo, hasta la imposición a las conducciones sindicales que convoquen a asambleas en todos los lugares de trabajo, para votar un paro general que dé inicio a un plan de lucha hasta derrotar al Gobierno. No hay excusas.