Descomunal. Monumental. Desmedido. Genial. Excesivo. Ambicioso. Zarpado. Todo vale para describir al álbum El Salmón de Andrés Calamaro, con sus 103 canciones repartidas en cinco discos, 85 completamente nuevas, y casi una veintena de covers. Dura 4 horas y 52 minutos.
Entre todo ese material hay hits que se convirtieron en favoritos de su repertorio en vivo, como el tema del título, Días distintos, Tuyo siempre, Output-input, Vigilante medio argentino y All You Need Is Pop.
Hacer un quíntuple no era un plan premeditado ni ganas de batir records, aunque tampoco era un dato que desconocía. La idea era simplemente componer y grabar todo lo que se pudiera, como si no hubiera un mañana. El resultado, tanto en su momento como visto ahora en perspectiva, es sin dudas una locura genial, una prueba de resistencia física y compositiva que no tuvo aún todo el reconocimiento que merece, más allá de lo lógicamente irregular que es un álbum con tantas canciones.
Todo comenzó a gestarse a principios del nuevo milenio, cuando Andrés llegó de España, donde tocó como telonero de Bob Dylan, en el marco de la presentación de su disco anterior, el doble Honestidad brutal, que traía 37 temas, todo un número.
Según contó, «En España era normalísimo ver ediciones a fin de año con ofertas navideñas como Las 101 mejores canciones del pop español de los ochenta y muchas variantes de discos baratos por la cantidad de música, pero muy rentables. Entonces insistí para editar algo así pero de música original. Yo ya había armado varios CD, incluso con títulos y con diseño gráfico; y eso fue lo que llevé a la discográfica para convencerlos y ‘vender el pescado’. Eran grabaciones para escuchar entre amigos, hacer música para nosotros y nadie más; a veces pensábamos que nadie iba a escuchar eso. Pero finalmente empecé a elegir temas y armar una selección. Fue así que llegué a la convicción quíntuple”.
Deep Camboya
El Salmón es el fruto de sesiones maratónicas en un estudio de grabación casero que fue mudando de un departamento a otro y que bautizó Deep Camboya, una referencia al coronel Kurtz de Marlon Brando en la célebre película Apocalypse now de Coppola. Aunque también podría haberlo llamado Fitzcarraldo, por el filme de Herzog. De ahí surgieron alrededor de 400 canciones que a la hora de entrar a fabricación en España redujo a 103.
El sonido, a diferencia de la perfección de Alta suciedad, es decididamente lo-fi, con teclados y baterías electrónicas muy básicas, además del uso de un portaestudios de cuatro canales, ya que el foco de atención estaba puesto en la composición y la firme convicción de hacer al menos un tema por día. No hizo todo a solas, sino que contó con colaboradores firmes que se inmolaron por el proyecto, como Marcelo Cuino Scornik y Jorge Larrosa, además de figuras como Pappo, Gringui Herrera, Ciro Fogliatta y Tito Losavio.
Tal como recuerda el periodista Martín Pérez en su libro The Calamaro Files, de la editorial Gourmet Musical, un día Calamaro le preguntó: «¿Vos no escribís una nota por día? ¿Entonces qué tiene de raro que yo escriba una canción por día? Si te sorprende es porque los artistas suelen ser unos vagos, y yo no lo soy. Y escribo más de una canción por día. ¡He llegado a hacer diez en un solo día!».
Deep Camboya se instaló en un apart-hotel de la calle Suipacha y luego en un departamento en Pacheco de Melo. En ambos tuvo problemas con los vecinos y los propietarios. «De Suipacha me echaron por romper una ventana con un teclado volador», contó alguna vez. Por supuesto, circulaban todo tipo de excesos y drogas.
Con respecto a la canción emblemática que dio título al álbum y que el propio Indio Solari versionó años después, Andrés dijo en una entrevista: «En general escribíamos letra y música al mismo tiempo antes de ‘tener’ la canción. Lo hacíamos y varias veces por día, aunque aquellos eran días largos. Supongo que habría que confesar que pasábamos varios días sin dormir y que cada uno se retiraba a su ala de aquel apartamento siempre acompañado por buenas amistades del sexo opuesto».
Y agregó: «Marcelo trajo esta letra brillante y reconsideraba la métrica de la melodía vocal, repitiendo dos veces la letra de un estribillo que cada vez que aparecía cambiaba de letra. Fue el emblema del disco que tenía otros posibles títulos, pero que la primera canción dé nombre a un álbum tiene algo tanto de anticuado como de clásico».
Los covers
A lo largo de las 103 canciones de El Salmón aparecen, casi como un ejercicio, versiones de rocks, tangos y folklore. Por ejemplo The Long and Winding Road (Beatles), Laura va (Almendra), Libros sapienciales – parte II (Vox Dei), El viejo (Pappo), Durazno sangrando (Invisible), Under My Thumb (Rolling Stones), Cafetín de Buenos Aires (Mariano Mores), El día que me quieras (Gardel-Le Pera), Los ejes de mi carreta (Yupanqui) y Alfonsina y el mar (Ariel Ramírez-Félix Luna).
Diez años después, Calamaro desempolvó 18 canciones más y las publicó como Salmón X. Ahí había covers de Fito Páez (11 y 6), Spinetta (Plegaria para un niño dormido) y los Beatles (Ob la di, ob la da).
O sea que todavía hay El Salmón para rato, ya que cada tanto el músico promete revisar el material y volver a publicar más canciones de aquella época, quizás en estado puro o tal vez regrabadas.
El disco nunca fue presentado en vivo y su lanzamiento precedió a un largo período de virtual desaparición del artista de la escena local, apenas componiendo el hit Para siempre que grabó Ratones Paranoicos y subiendo decenas de temas gratis a Internet vía su sitio Radio Salmón Vaticano. Obviamente hubo también un largo período de detox y rehab, que se extendió hasta su regreso en 2005 junto a Bersuit Vergarabat.
Pero, como se suele decir en estos casos, esa es otra historia.