Durante los últimos años, el mercado editorial se saturó de elucubraciones sobre el “amor” presentadas en tonos de autoayuda o en formatos simplones de divulgación psicoanalítica, pero siempre con recetas y consejos para los más desorientados. Poco a poco, sin embargo, lo que reveló esa moda fue la carencia indudablemente traumática de algo más concreto. En este sentido, el título elegido por el psicoanalista estadounidense Darian Leader (Alameda County, 1965) para su ensayo sobre el núcleo de lo que el pudor a veces elige nombrar con palabras ambiguas como “amor” o “afecto” es contundente: Nunca es solo sexo.
La premisa de Leader, aún así, tampoco le escapa por completo a la obviedad. “El sexo es mucho más que solo sexo: es también historia, socialización, preocupación, culpa, venganza, violencia, amor. Cuando presuponemos que solo se trata de placer y satisfacción, no estamos viendo lo que tendríamos que ver para replantearnos lo que el sexo es y lo que podría ser”, escribe este fundador del Centro de Análisis e Investigación Freudiana en Gran Bretaña.
Por esto, gran parte del recorrido que Leader propone para indagar qué es el sexo también se enfoca en los equívocos del lenguaje y la comunicación. Y esta apuesta nos devuelve al centro del pensamiento freudiano: el sexo y el lenguaje son materias psíquicas complejas e interdependientes, y por eso mismo buena parte del significado de sus interacciones permanece velada e inconsciente, ya que escapa tanto a lo que a veces se puede decir como a lo que a veces es admisible desear.
“Siempre habrá una dimensión del sexo que choque con los guiones externos: algo que está ligado a cosas que hayamos entrevisto u oído, o a comentarios informales o improvisados que han permanecido con nosotros”, escribe Leader para explicar los rudimentos básicos del psicoanálisis freudiano.
Pero la trampa que Nunca es solo sexo intenta saltar para esquivar el mismo embudo gris de confesiones narcisistas, citas sensibleras o terapias oportunistas en el que suelen caer los libros de casi todos los “gurúes del amor” también lo atrapa en parte. ¿Cómo? A veces bajo la forma de una casuística demasiado abstracta, hecha de estudios y reportes anecdóticos o series televisivas de Prime Video, o una casuística demasiado concreta (“en mi práctica como psicoanalista…”, insiste el autor antes de aludir a casos genéricos que no llevan a ningún lado) pero que, de una u otra manera, nunca se articula con una idea propia sobre los puntos en cuestión.
Nunca es solo sexo no miente cuando el propio Leader remarca que “si alguien dice algo como que ‘fue solo sexo, no significó nada’, ya nos está demostrando la importancia que el sentido tiene en todo este proceso, aun cuando tal significado sea difícil, imposible incluso, de medir”. En consecuencia, lejos de plantear ideas atractivas destinadas a disputar esa zona imprecisa de “sentido” alrededor de la sexualidad, como lo han hecho también en clave de divulgación autores de mayor calado intelectual como Dany-Robert Dufour, Alain Badiou o Slavoj Žižek, Leader se conforma con constatar la dificultad del asunto.
Pero ¿no es este abordaje profesional y aséptico lo que deja ver la insoportable carga simbólica que hoy envuelve al sexo?
Convertido en un asunto tan explotado por los “gurúes del amor” como por los mercaderes de las “nuevas identidades” o los mercenarios de las “batallas culturales”, ¿el sexo se vuelve una materia cada vez más impensable? Lo concreto es que, como escribe Leader a propósito del Marqués de Sade, incluso el autor de La filosofía en el tocador sabía que las sensaciones de placer podían ser fingidas, pero no las del dolor. Y si este es el marco primordial a través del cual se presenta mucho del sexo que hoy nos rodea, codificado por imperativos amenazantes y dolorosos antes que amorosos y placenteros, ¿quizá sea momento de girar la mirada hacia otras voces?
En ese caso, la antigua sabiduría romana de Ovidio, el poeta nacido en el siglo I antes de Cristo, podría recordarnos que existe un abordaje distinto y tal vez más eficiente para los problemas humanos de siempre. “De su amplio arsenal de trucos, estrategias y curas para el amor, algunos son esclarecedores y valiosos y otros, en cambio, aunque parecen eficaces, son inmorales, de mal gusto o directamente perversos”, advierte Michel Fontaine en su introducción a El arte del desamor, donde Ovidio recopila en forma de dísticos elegíacos consejos sexuales a veces muy concretos contra los desengaños amorosos. En palabras de Fontaine: “Hoy los terapeutas reparan los corazones rotos por medio de la terapia cognitiva conductual, una terapia conversacional en la que, con la ayuda del profesional, el paciente aprende a reconocer y reevaluar los patrones de pensamiento negativo con el fin de gestionar las emociones con mayor eficacia. Mucha gente confía en su utilidad en los casos de ruptura amorosa. Sin embargo, por muy moderno que suene el nombre, no es más que un rebranding del estoicismo de toda la vida”.
Un ejemplo de la astucia y la ironía ovidianas en el territorio de la superación de las rupturas amorosas está en sus recomendaciones para escapar de relaciones con quienes, varios siglos más tarde, serán descriptos como histéricos. “El amor nos conquista por la fuerza de la costumbre y por la fuerza de la costumbre nos abandona. Quien sea capaz de aparentar salud, sanará”. Pero Ovidio, cuya inventiva quizás estuvo detrás de las razones por las que el emperador Augusto ordenó su exilio de Roma en el octavo año después de Cristo, también tenía recomendaciones para quienes fracasan en el amor por culpa de la ansiedad: “Si lo que pretendes no se nota, lo que ocultas se hará realidad: los pájaros no caen en las redes que se ven”.
Sin prolegómenos teóricos, menos miedo a herir susceptibilidades y anclado a una experiencia directa y comprobada, para Ovidio “el mal de amor con amor se quita”, y por eso uno debería, en lo posible, “hartarse de tener sexo” con la persona amada. ¿Para qué? Para saciar los apetitos y las pasiones propias hasta llegar a asquearse de los defectos del cuerpo del otro, y entonces olvidarlo hasta la llegada de una nueva oportunidad sentimental. En tal caso, si Ovidio no es un “gurú del amor” como los actuales, es porque su sabiduría evita los falsos consuelos y la victimización, y porque tampoco esquiva la necesidad del egoísmo en defensa propia. En otras palabras, Ovidio jamás esconde que el amor y el sexo son incompatibles con esa armonía idílica y sin espinas con la que fantasean los incautos.
Nunca es solo sexo
Por Darian Leader
Sexto Piso. Trad.: Albino Santos Mosquera
189 páginas, $ 26.000
El arte del desamor
Por Ovidio
Koan. Trad.: Jacinto Pariente
84 páginas, $ 13.500