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martes, 15 abril, 2025
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Milei en pandemia

Podría ser tratado como un anuncio de política económica, como un acto administrativo dentro del sistema político tendiente a producir efectos positivos, como estímulo para la generación de nuevas inversiones; pero algo en el esfuerzo de la escenificación y en la sorpresa, permiten conducir el análisis sobre pensamientos que extienden el sentido de esas decisiones a un territorio donde el sistema económico no tiene mucho por hacer. Hasta las 16 del viernes, Milei seguía siendo, en apariencia, el genio de la inflación; a partir de la frontera del comunicado del Indec, creando un después alternativo, todo este supuesto, creído por un público no entendido, se exponía a una posible situación de disolución. Milei debía volver a ser el experto, no para las empresas y el mundo de los inversionistas, sino para sus votantes. El anuncio es un acto teatral montado en los medios de comunicación para ser atendido por su opinión pública afín, y no para el mundo de la economía. Tiene sentido, es desde dónde Milei surgió.

Se debe considerar a la relación de Javier Milei con la inflación como similar a la de Alberto Fernández con los éxitos iniciales en la pandemia. Para ambos casos, uno conteniendo mejor que Suecia la cantidad de contagios, y el otro mejor que todo el planeta la suba de precios, sus éxitos se convirtieron en trampas de dependencia con una opinión pública que parecía idolatrarlos por sus características de logros trascendentes y únicos. Alberto Fernández tenía una fórmula victoriosa también de componentes comparables a la cantidad de pesos en el mercado. Si nadie sale, o si nadie emite dinero, se evitan los contagios y las subas de precios; y así el sistema político podía construir para estos dos una relación causal explicativa sencilla, y fuera de toda complejidad.

Cuando los contagios comenzaron a subir, la línea editorial de un gobierno que exageraba con sus seguidores de que todo se trataba de un gran logro basado en un Estado presente, representado en su gran decisión como líder en el contexto de una tormenta global, comenzó a mostrar límites explicativos. Lo que todo se resolvía al gesto de una decisión, evidenció que necesitaba más detalles, porque algo contrario comenzaba a suceder. Las cadenas nacionales desaparecieron, y las filminas pasaron a ser solo momentos de un tiempo ya perdido. Milei, en sintonía, obligó a repetir a sus YouTubers, funcionarios y legisladores (los cuales probablemente no saben casi nada de economía) que la inflación “es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”, haciendo de esto ya un lema religioso que debía ser reiterado como las liturgias en cada misa. Su mensaje en cadena nacional, sin filminas, pero con lectura de un papel, aseguraba que Argentina estaría haciendo las cosas muy bien y que la tormenta comercial que ahora afectaba al mundo (ésta sería su pandemia), permitía a este país enfrentarlo mejor que casi todo el resto; probablemente, también mejor que Suecia.

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El Gobierno ha sido mucho más exitoso en montar un show que en la economía.

La literatura en estudios de opinión pública utiliza un término denominado como “pensamiento motivado”, en tanto refiere a los esfuerzos que realizan los votantes de una fuerza política victoriosa por sostener en el tiempo la decisión de su voto pasado. La forma de consumir información se basa en traer para su atención solo aquello que confirma lo que piensan, algo que en estado equivalente puede ser encontrado por los que votaron la oferta contraria. Ambos conocen qué medios de comunicación consultar, a qué cuentas de X seguir y con quién relacionarse para sostener un estado de ideas que no puede nunca asumir la complejidad del mundo en su diversidad, sino solo en resúmenes necesarios para seguir creyendo en la existencia de un orden aparente. Un dato de inflación de 3,7%, y en una secuencia en subida, implica una exigencia bastante adicional para quienes necesitan creer que todavía Milei tiene sentido.

La manera de resolver este dilema es con un show televisivo y una representación actuada de funcionarios, para los cuales su misión no es ya la de establecer con firmeza las reglas claras de un mercado moderno para la economía global, sino la de darle a sus votantes una experiencia audiovisual que sostenga todavía un poco más aquella que ya piensan de antes, pero que ahora podría estar tambaleando. En esto, el Gobierno ha sido mucho más exitoso que en la economía. Mientras al FMI le solicita dinero, de consultores externos no necesita nada, ya que el equipo local es hasta ahora imbatible.

Los anuncios de Luis Caputo tienen el formato de la actuación. No exponen logros, sino la simulación de logros; es lo que les gustaría hacer si existiesen condiciones reales para el festejo. Si el lunes los mercados reaccionan bien a la liberación del cepo, aunque limitada a bordes ya comunicados, podrá allí ser entonces celebrada como parte de un camino virtuoso, en donde las redes sociales afines podrán reírse con contenidos específicos de todos sus enemigos, y los periodistas que los siguen, hacerles muchas entrevistas sencillas para confirmar el rumbo que sus espectadores necesitan encontrar en su consumo diario. El fin del cepo es la medida para los ánimos del público masivo, que le ruega que tape a la inflación, que hace su regreso amenazante.

Estos juegos de montaje de escena forman parte de todos los procesos sociales, algo ya descripto por Erving Goffman en sus clásicos estudios sobre los procesos de interacción en los que los juegos de roles son siempre necesarios. Nadie debería esperar algo especialmente diverso, y en todo caso, es la experiencia de La Libertad Avanza, quien mejor lo comprende. Lo que lo hace especialmente diverso es probablemente la rigidez de la escena montada, que por la forma de ser expresada en ideas económicas terminantes, obliga a representar una escena repetida, en situaciones que nunca serán idénticas a las anteriores, y que cuando no alcanzan ante el agotamiento de la realidad, deben ser, no repensadas en sus argumentos, sino reemplazadas por una nueva medida que hable de otro tema, para confirmar indirectamente, lo mismo que por ahora ha quedado vacante.

Milei tiene máximas que ayudó a aprender de memoria a sus seguidores

Con esta inflación en alza los representantes de la oposición, especialmente el peronismo kirchnerista y sus variantes, tampoco ofrecen una mirada sobre la complejidad del proceso. Buscan maneras de relacionar literalmente este caso con otros del pasado para demostrar que se trata de un hipotético futuro fracaso, porque ellos montan la escena de los contrarios y buscan que sus argumentos sostengan el rechazo ante lo que podría ser, si es que termina efectivamente en un logro para la gestión nacional, un caso demoledor para sus aspiraciones de regreso.

Para el Gobierno ésta es ya una medida total, y cuesta ver qué otra acción tendría para el futuro si es que esto no termina siendo el umbral entre la Argentina del pasado y la del futuro que parece prometer. La teatralización de la política seguirá haciendo su juego necesario, incluso con nuevas cadenas nacionales, sean sobre éxitos o fracasos, pero no puede esto ser un reemplazo de la economía real. Ese es en realidad el límite que cada gobierno tiene, y que ninguna escena puede a largo plazo compensar.

El lunes se podrán comprar dólares, como alguna vez se pudieron todos poner vacunas, luego del cepo preexistente. A veces, ciertas liberaciones llevan a límites nuevos, y no queda claro si los actores de esas escenas por llegar, estarán listos para una nueva simulación teatral. Mañana es el estreno, el público dirá.

*Sociólogo.

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