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lunes, 24 febrero, 2025
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El proyecto del Mutún: Otro elefante blanco?

El proyecto siderúrgico del Mutún ha sido una de las banderas del Movimiento al Socialismo (MAS) desde su llegada al poder en 2006. Durante casi dos décadas, el Gobierno ha anunciado en reiteradas ocasiones el inicio de la industrialización del mineral de hierro en Bolivia, presentándolo como un paso fundamental hacia la soberanía productiva. Sin embargo, la historia del Mutún está marcada por fracasos, promesas incumplidas y decisiones cuestionables que ponen en duda la viabilidad real del proyecto.

En 2007, el gobierno del exdictador Evo Morales firmó un contrato con la empresa india Jindal Steel & Power para la explotación del yacimiento. No obstante, en 2012, la empresa se retiró denunciando incumplimientos en la provisión de gas por parte del Estado. Tras este fracaso, se buscó a otra compañía, y en 2016, el contrato fue adjudicado a la empresa china Sinosteel. La construcción del complejo siderúrgico debía concluir en 2021, pero los constantes retrasos han postergado su operatividad hasta 2025.

De acuerdo con el régimen, el complejo siderúrgico del Mutún es financiado en un 85% por el Banco de Exportaciones e Importaciones de China (Eximbank), con una inversión de $546 millones. El Estado boliviano aporta el 15% restante. Se espera que la planta produzca 200.000 toneladas anuales de acero, lo que cubriría la mitad de la demanda interna y generaría ingresos de aproximadamente $260 millones anuales.

Sin embargo, analistas económicos han advertido que si los costos de producción no son competitivos, el gobierno podría verse obligado a subvencionar el acero para mantener el proyecto a flote. De hecho, se teme que el Mutún termine convirtiéndose en otro «elefante blanco», una obra costosa que no logre autosostenerse y que se convierta en una carga para el Estado.

El proyecto genera cuestionamientos 

| La Derecha Diario

El complejo industrial del Mutún depende tecnológicamente de empresas extranjeras. Su construcción y puesta en marcha está en manos de Sinosteel, y se utilizará tecnología de México, Estados Unidos, Italia, España, Alemania, Francia y Emiratos Árabes Unidos. Además, durante su primer año de operación, la empresa china será responsable de la gestión del complejo, lo que pone en entredicho la capacidad del país para manejar su industria siderúrgica de manera autónoma en el futuro.

Así mismo, se ha reportado que para poder iniciar las operaciones del complejo, Bolivia ha negociado la importación de arrabio (hierro fundido) desde Brasil, lo que expone la incapacidad del proyecto para funcionar plenamente con materia prima propia en su fase inicial. Esta situación genera dudas sobre la real autosuficiencia de la planta y su impacto en la economía boliviana.

El Mutún ha sido anunciado y relanzado en múltiples ocasiones por el MAS, pero hasta ahora no ha logrado concretarse de manera efectiva. Con antecedentes de fracasos y retrasos, el temor de que este megaproyecto se convierta en un elefante blanco no es infundado. La falta de autonomía tecnológica, la dependencia del financiamiento chino y la incertidumbre sobre la competitividad del acero producido en el Mutún hacen que muchos bolivianos cuestionen si realmente esta siderúrgica será una solución para la economía nacional o si, como tantas otras veces, terminará siendo una promesa incumplida del gobierno de turno.

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