Durante años, parecía justo suponer que el actor Sebastian Stan podría hacer carrera a ambos lados de Hollywood. Hizo jugosos papeles secundarios -interpretó a los exmaridos de Tonya Harding y Pamela Anderson- y volvió al papel de héroe de acción por el que es más conocido: Bucky Barnes.
Como antiguo compañero del Capitán América, fue un habitué de las películas del universo cinematográfico Marvel desde 2011 (incluida Thunderbolts, que llega a los cines en mayo). Seguro que hay destinos peores que mantener ese equilibrio.
“Hay un grupo de actores -pondré a Colin Farrell también en este grupo- que son tan guapos que en cierto sentido juega en su contra”, dijo Jessica Chastain, amiga de Stan y compañera de reparto en The Martian y The 355. Aunque ser demasiado guapo para una estrella de cine puede ser territorio de quejas, un año torbellino con dos interpretaciones poco convencionales tiene ahora al actor de 42 años bajo una luz muy diferente. Además, ya consiguió algunos papeles protagónicos, y puede que vengan más.
En la comedia surrealista Un hombre diferente, un actor que padece una enfermedad que distorsiona sus rasgos faciales se somete a un procedimiento médico para recuperar su atractivo clásico, en concreto, para parecerse a Sebastian Stan. La valiente subversión de la apariencia de Stan le valió el Oso de Plata a la interpretación principal en el Festival Internacional de Cine de Berlín del año pasado y el Globo de Oro a la interpretación en comedia o musical el mes pasado.
La otra película, El aprendiz, trata de un magnate inmobiliario de los ‘70 y ‘80 llamado Donald Trump. Stan lo interpreta, esta vez, con su aspecto oculto bajo un considerable maquillaje físico y todo el bagaje figurativo que los espectadores aportan al tema. Desde su estreno en el Festival de Cannes en mayo de 2024, no estaba claro si la película encontraría distribución y se estrenaría en los cines, y mucho menos si formaría parte del debate de la temporada de premios.
Pero ahora Stan está nominado al Oscar en un papel protagonista por interpretar al hombre que fue reelegido presidente semanas después del estreno de la película. Enfrentará a cuatro intérpretes que ya recibieron nominaciones al Oscar anteriormente: Adrien Brody (El brutalista), Timothée Chalamet (Un completo desconocido), Colman Domingo (Sing Sing) y Ralph Fiennes (Cónclave).
“Un personaje bien construido a base de rabia y años de represión”, así describió Stan a su personaje en una entrevista la semana pasada en Manhattan. “Yo diría que aunque estoy seguro de que vio la película, quizás unas cuantas veces -no tengo ni idea por cierto, este soy yo especulando totalmente-, uno de los problemas que probablemente tuvo con la película es que realmente muestra la evolución oportunista de esta persona”. Tras el estreno en Cannes, Trump, a través de un portavoz, se comprometió a demandar a los cineastas y calificó la película de “ficción difamatoria”. Al final, o por ahora, no lo hizo.
Los principales estudios y servicios de streaming, desde A24 y Searchlight hasta Netflix y Amazon, pasaron todos de largo. Incluso después de que Briarcliff Entertainment adquiriera El aprendiz y la pusiera a disposición en plataformas como Apple TV+, Amazon y YouTube, la controversia en torno a la película no se calmó del todo.
La revista especializada Variety no pudo incluir a Stan en su destacada sección Actors on Actors, en la que aclamados intérpretes se entrevistan entre sí durante la temporada de premios, porque otros actores “no querían hablar de Donald Trump”, según confirmó en un comunicado Ramin Setoodeh, coeditor jefe de Variety.
“Me pareció angustiante que el negocio de Hollywood no tuviera el coraje de apoyar esta película”, dijo el coprotagonista de Stan en El aprendiz, Jeremy Strong, que está nominado al premio al mejor actor de reparto por interpretar al mentor de Trump, el abogado Roy Cohn. “Y me pareció increíblemente alentador que la comunidad de artistas y los creativos de Hollywood hayan reconocido la película con nominaciones a los Oscar.”
El Trump de la primera mitad de la película podría sorprender a los espectadores acostumbrados a la versión de 2025: un hijo de las afueras de la ciudad, ambicioso, pero inseguro, que se eriza ante su despótico padre, aspira a un mayor reconocimiento y apuesta fuerte por el renacimiento del centro de Manhattan durante su punto bajo de los años ‘70.
El primer Trump, al que Stan encontró en horas y horas de entrevistas televisivas y documentales que consumió mientras se preparaba para el papel, era en realidad bastante diferente del hombre que dominó la vida estadounidense durante la última década, argumentó Stan. “Hay un soñador ahí”, dijo.
A medida que los años ‘70 se convierten en los ‘80, el Trump de la película se vuelve mucho menos simpático. Tras despojarse de su necesidad de una figura paterna conectada, traiciona a Cohn, un gay que se está muriendo de sida. Viola a su mujer, Ivana (que detalló una agresión de Trump bajo juramento, pero aclaró después: “No quiero que mis palabras se interpreten en un sentido literal o criminal”).
“Lo que siempre vi en su viaje, y desde luego lo que exploramos en la película”, añadió Stan, “fue la solidificación de una persona en piedra, la pérdida de humanidad”.
Cuando Stan recibió la oferta para interpretar a Trump hace tres años, ya se había diversificado más allá de Bucky Barnes con los papeles de Jeff Gillooly, el exmarido de Tonya Harding que planeó el violento ataque a Nancy Kerrigan, en Yo, Tonya, y Tommy Lee, de Mötley Crüe y famoso por los videos sexuales, en la miniserie Pam & Tommy; en otras palabras, personas reales que dominaron las páginas de los tabloides en la década del ‘90 (y probablemente compartieron algunas con Trump).
“La Marvel de todo eso”, dijo Stan, contribuyó a su disposición a asumir papeles más arriesgados. Bucky Barnes “me permitió, uno, tener la oportunidad de sobrevivir”, explicó. “Pero volver a ese personaje con el tiempo y llegar a hacer ciertas cosas con ese personaje me permitió buscar su núcleo opuesto”. Aun así, dijo que se tomó en serio a las distintas personas a las que pidió consejo -un ejecutivo del estudio, un director de casting- que le aconsejaron que dijera no a interpretar a Trump. Pero al final aceptó el papel, apostando por el crecimiento artístico.
“Estaba asustado”, dijo Chastain, que estaba en el estudio con él para The 35 cuando llegó la oferta. “Le dije: ‘Si tenés miedo, tenés que hacerlo’.” También se coló un cierto desafío. “Hasta cierto punto, me gusta el miedo, que me digan que no puedo hacerlo”, dice Stan. “¡Probablemente no sea distinto de él!”
A medida que Stan estudiaba a Trump, encontraba más puntos en común: “Creo que todo lo que hace tiene que ver con el poder. Hubo muchos momentos mientras crecía en los que me sentí muy impotente sobre mi vida”.
Una historia particular
Stan nació en 1982 en Rumania, entonces gobernada por el dictador Nicolae Ceausescu. Sus padres se separaron y él emigró a California. Su madre, pianista, se trasladó a Viena para tocar y enseñar tras la revolución rumana de 1989. Durante más de un año, Stan estuvo principalmente al cuidado de sus abuelos. Luego se reunió con su madre en Viena, donde se esforzó por aprender alemán e inglés. “Esa mentalidad comunista de ‘no hablés de nada, igual te están escuchando al teléfono’ era algo que sentí incluso en Viena”, cuenta.
Se trasladó a un colegio internacional donde su futuro padrastro era director. Con el tiempo, la familia se trasladó a Nueva York. Dijo que sus antecedentes fueron algo que Ali Abbasi, el cineasta iraní residente en Dinamarca que dirigió El aprendiz, identificó como algo que resonaba con el papel de Trump. “Entendí algo del guion, de esta persona que estaba tan desesperada por llegar alto que no iba a detenerse ante nada”, dijo Stan.
Stan también se propuso dominar los aspectos básicos: la mirada, el acento, el andar, el ritmo. El objetivo no era hacer la imitación más precisa, sino sentirse lo bastante cómodo como para olvidarse de todos los tics y vivir en el personaje (e improvisar como él).
“Hizo una inmersión tan profunda y se convirtió en un detective forense”, dice Strong, “absorbiendo, observando, estudiando e interiorizando incansablemente todo lo que podía, hasta el punto de que se lo injertó en sí mismo, como si fuera una segunda piel, y se volcó a él”.
Stan dijo que vio muchas entrevistas de televisión (y hay muchas) en su iPad o las escuchó con un auricular mientras seguía con su día a día: conduciendo, de compras, lavándose los dientes. En ocasiones, las superficialidades de Trump llevaron a Stan de nuevo al personaje. “Me di cuenta de que no respira: lo hace por la garganta, no llega al estómago”, dijo Stan.
La estrella de cine, tomando café en el lobby de un hotel de moda, se transforma brevemente en ya-sabés-quién. “Es más de aquí arriba”, continuó.
“Por eso también camina como lo hace, porque, si ves, su postura es algo irregular. Pero si no respirás y no estás en tu cuerpo, también tenés que pensar en lo que eso hace emocionalmente.”
“Emocionalmente” podría ser el quid de la cuestión: cómo un inmigrante de Europa del Este que se identificaba con un hombre cuya principal migración fue atravesar el East River desde Queens hasta Manhattan, llegó a verse a sí mismo como diferente.
“Los inmigrantes de este país son algunos de los más patriotas”, dijo Stan. “Mi padre, cuando llegó aquí, amaba los Estados Unidos. Le encantaban los ‘80. Le encantaba Ronald Reagan”. Trump, argumentó Stan, representa una cuajada del mismo sueño americano al que inmigrantes como él se sintieron atraídos. “Cuando te fijás en la mentalidad Trump -que algo terriblemente malo me han hecho, y tengo que superar cualquier cosa que se sienta débil, y la generosidad es en realidad transaccional- valoramos a la gente que tiene éxito de esa manera en este país”, dice.
“El aprendiz, dijo Stan, fue un nuevo punto de vista sobre él, pero también sobre una verdad estadounidense que no siempre se analiza de esta manera”.
Traducción: Patricia Sar
POS