Berlín, 26 nov (EFE).- La excanciller alemana Angela Merkel repasa en su autobiografía «Libertad» que publica este martes en España la editorial RBA, su gestión de 16 años al frente del Gobierno que estuvieron marcados por diversas crisis a las que tuvo que hacer frente, así como su vida anterior a 1990 en el territorio de la extinta RDA, antes de dar comienzo a su carrera política.
El primer impulso para la escritura de sus memorias, según dice la propia Merkel en el prólogo, fue contar su propia visión sobre la crisis migratoria. Después, con el comienzo de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, decidió que el libro debía abarcar también otros aspectos y especialmente aquellos en los que predominan las posturas críticas frente a su legado.
Los cuatros períodos de Merkel estuvieron marcados por diversas crisis. En su primera legislatura (2005-2009) tuvo que hacer frente a la crisis financiera y económica internacional.
En la segunda (2009-2013) el reto fue la crisis de deuda en Europa que había empezado con Grecia y que luego amenazaría la existencia misma de la Unión Monetaria.
Su actitud durante la crisis de la deuda, como ella misma admite en las memorias, había destrozado su reputación en el sur de Europa, pero en Alemania ésta se había fortalecido.
El mejor resultado electoral de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y la Unión Socialcristianabávara (CSU) durante la era Merkel fue justamente en 2013 con el 41,5 %, quedando cinco escaños por debajo de la mayoría absoluta.
Un nuevo partido, que llevaba el nombre de Alternativa para Alemania (AfD), y que había surgido como expresión de rechazo a los planes de rescate del euro, se quedó fuera del parlamento pero luego la crisis migratoria y su transformación en un partido claramente ultraderechista le daría una segunda vida.
El tercer período (2013-2017) sería, por un lado, el de la crisis migratoria.
«Acabamos de dejar atrás el problema de Grecia y ya tenemos el siguiente problema a las puertas de casa. Sin embargo, no tiene importancia. De una manera u otro lo lograremos. También antes lo hemos logrado», le dijo Merkel a su jefa de gabinete, Beate Baumann, a finales de agosto de 2015.
En ese momento los datos ya mostraban que el flujo de refugiados hacia Europa estaba aumentando de forma considerable.
Ese tercer período sería también el de los esfuerzos por lograr una desescalada en Ucrania tras la anexión de la península ucraniana de Crimea por parte de Rusia en 2014.
Lo que en política interior fue la crisis de los refugiados, que le pasó factura a Merkel todavía en el Gobierno, en política exterior lo más criticado han sido sus relaciones con Rusia.
Ella defiende en las memorias no haber allanado el camino a Ucrania y a Georgia para su ingreso a la OTAN en la cumbre de Bucarest en 2008, porque implicaba demasiados riesgos.
Merkel admitió que le parecía irresponsable darle una hoja de ruta de acceso a Ucrania y Georgia sin analizar la posición del presidente ruso, Vladímir Putin.
El nuevo estatus para Georgia y Ucrania hubiese representado en todo caso un desafío para Putin, sin que durante un periodo de transición los dos países pudieran acogerse al artículo 5 del Tratado de la OTAN.
Merkel también justifica el mantenimiento de las relaciones con Rusia en materia energética y la construcción del controvertido gasoducto Nordstream 2, que nunca se puso en funcionamiento.
El último periodo (2017-2021) lo marcó la pandemia del coronavirus y, también, su decisión de no volver a presentarse a la reelección, lo que fue en buena parte una consecuencia tardía de la crisis migratoria.
«No nací para ser canciller», es el título de la primera parte de las memorias en la que Merkel pasa revista a su vida como ciudadana de la extinta República Democrática Alemana (RDA).
También dice que un editor le dijo que si hubiera tratado de vender la historia de su vida como una obra de ficción nadie se la hubiera comprado. Demasiado inverosímil.
En otra parte dice que en EE.UU. el hecho de que ella hubiera crecido con las desventajas de una dictadura y luego hubiera alcanzado el puesto más alto en la Alemania unida solía ser visto con simpatía.
En Alemania, en cambio, según asegura, su origen ha sido con frecuencia objeto de sospechas.
Un diario mencionó en 2020 que no era una alemana de nacimiento sino sólo una alemana de formación. Se apoyaba en unas declaraciones suyas durante la crisis migratoria y en las que había agradecido a todos los que habían participado en la llamada «cultura de la bienvenida» y los había defendido frente quienes lo acusaban de crear un efecto llamado.
«Sinceramente, he de decir que si nos tenemos que disculpar por mostrar una cara amable en momentos de necesidad entonces éste no es mi país», dijo Merkel entonces. EFE
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