El presidente Javier Milei reanimó sus intenciones de firmar un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos. Sostuvo en una entrevista que la permanencia en el Mercosur dependerá de la posibilidad de “avanzar de manera independiente de cada uno de los países”, a sabiendas que esto violaría el acuerdo fundacional de la unión aduanera. Pocos días después, en Davos, aseguró que “hay formas de avanzar sin perder la alianza con Mercosur”. Más allá de las cambiantes aspiraciones del presidente, el tema cosecha dudas: especialistas consultados por Página 12 advirtieron que existen más trabas que negociaciones avanzadas por el momento.
“El artículo 1 del Tratado de Asunción, a partir del cual se creó el Mercosur en 1991, establece que los socios del bloque deberán negociar el acceso a nuevos mercados y la política arancelaria de manera conjunta”, describe Ricardo Carciofi, profesor de la UBA y miembro del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos (IIEP) en diálogo con Página 12.
El único antecedente fue Uruguay, que durante años “investigó, exploró e intentó una propuesta de negociar por fuera del bloque, pero nunca consiguió el visto bueno de los demás países miembro” (Argentina, Brasil y Paraguay). En 2010, con Tabaré Vazquez como presidente y también en 2012, con José Mujica, Uruguay intentó firmar un TLC con Estados Unidos. En 2022, también sin éxito, Lacalle Pou había amagado con un acuerdo bilateral con China.
Los pasos para la elaboración de un TLC son bastante complejos: “Se deben realizar estudios de impacto para ver la conveniencia de la firma, y toman mucho tiempo. También se analizan mecanismos de amortiguación de esos impactos, y se realiza un examen cuantitativo de la propuesta que es muy importante. Nada de eso se hizo hasta el momento», señala Carciofi.
Al respecto, el especialista destaca una dificultad adicional del lado norteamericano: el “fast track” (camino rápido), que el Senado otorga al presidente para que negocie con más facilidades los acuerdos de libre comercio, está caído. “En la asunción del 20 de enero Trump firmó una orden ejecutiva que se llama Revisión de la Política Comercial, que dice que le ordenará al secretario de Comercio que identifique los países con los cuales se pueda llegar a negociar acuerdos bilaterales”.
Trump aparece más como un defensor de los aranceles como herramienta de política económica que interesado por defender el libre comercio. Durante su campaña electoral, Trump propuso gravar con un 60 por ciento las importaciones provenientes de China, con 25 por ciento las de Canadá y México, y entre un 10 y 20 por ciento los productos de otras regiones, incluida la Unión Europea.
En este sentido, “aún si la firma del TLC fuera viable sin salir del Mercosur, hay que reconocer que las asimetrías de poder no dejarían a Argentina en un lugar beneficioso”, apunta Genaro Grasso, investigador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.
Por otro lado, Andrés Mussachio, profesor de la UBA, sostiene que “los TLC actuales no son solo acuerdos comerciales, sino que avanzan en el recorte de instrumentos de política económica del Estado, en eliminar las normativas de ‘compre nacional’ para los gobiernos, en profundizar la apertura financiera, liberar el ingreso de inversiones extranjeras, en reforzar la propiedad intelectual y las patentes, y en permitirle a las multinacionales accionar contra los Estados que cambien esas normas en tribunales externos como el Ciadi”.
También pueden incluir “reformas laborales y regulaciones sobre el cuidado del medio ambiente”, agrega una fuente en off.
Estados Unidos firmó TLC con Chile que entró en vigor en 2004, con Perú (2009) y Colombia (2012). Un estudio de la Cepal pormenoriza que “se verían favorecidos los sectores que están altamente protegidos en Estados Unidos y en los cuales Chile ganaría un acceso privilegiado en relación con terceros países, estos son el sector de lácteos y el sector textil y ropa”, al tiempo que se daban casos en que el sector exportador chileno es menos competitivo en actividades como “silvicultura, troncos y madera, pulpa y papel, y maquinaria y equipos, que se verían reducidas”.
Los TLC con Perú y Colombia, en tanto, buscaron potenciar los sectores agrícola, minero, textil y de confecciones; y también los servicios de exportación como consultoría, data mining, servicios de informática, profesionales y “call centers”. Aquí fueron prioritarias las consideraciones sobre la propiedad intelectual de estos desarrollos.
En el caso de Argentina, entre los productos sensibles, aparece la carne, cuya producción local está protegida de la importación en Estados Unidos con ‘contingentes arancelarios’ que son un mix entre cupos y tarifas arancelarias. Argentina busca incrementar el cupo de 20.000 toneladas anuales con arancel preferencial, y vende poco más de ese volumen por año. Estados Unidos es el cuarto comprador de carne exportada por Argentina, detrás de China, la Unión Europea y Medio Oriente.
También está el caso de los limones, que se usan en el norte para consumir frescos y producir jugos y aceites. Argentina está interesada en el ingreso también de otros cítricos dulces como el pomelo y la naranja.
También integran la lista de productos sensibles el petróleo crudo, el oro y alumino en bruto que son importados desde Argentina. ¡Perfora, cariño, perfora! fue una frase célebre en la asunción de Donald Trump que revela sus intereses para promover al sector petrolero. Su país ya es el principal productor de petróleo del mundo, y el segundo importador más importante después de China. Respecto del aluminio cabe recordar que en 2019 durante su primera presidencia, súbitamente Trump decidió aplicar aranceles del 25% a las compras de acero y 10% a las de aluminio provenientes del extranjero, una decisión que perjudicó a empresas locales como Techint y Aluar.