Pasó ya el segundo año del mercado bull y nada sugiere que no pueda completar un tercero. La economía navega a una velocidad de crucero de 3%. Pero las tasas largas no comulgan con Washington. Quizás el rally de Navidad se suspendió por el temor de Santa Claus a que le confisquen su trineo made in China.
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Es un año espectacular y aunque el cierre se desdibuje un poco no empaña su desempeño sobresaliente. El S&P 500 avanzó 25,2% -tras clavar 57 récords absolutos- y el Nasdaq, 31,5%. Más sobrio, el Dow Jones Industrial escaló 14%. Y el Russell 2000, la canasta de acciones pequeñas, que se mueve a la zaga con pesadez, 10,7%. Pasó ya el segundo año del mercado bull y nada sugiere que no pueda completar un tercero. Las condiciones eran más duras cuando nació en octubre de 2022 que ahora. La Fed subía las tasas de interés con ferocidad -las llevó de cero en marzo de 2022 a 5,5% en julio de 2023-, la inflación aún hacía gala de su rebeldía y una recesión (que finalmente no ocurrió) asomaba en todos los pronósticos.
La elección presidencial era la principal incógnita este año. Sin embargo, se despejó sin trauma y alumbró un potente Trump rally en la Bolsa. La Fed ayudó. Comenzó el esperado proceso de baja de tasas el 18 de septiembre. Y las podó un punto completo. Jay Powell proyecta continuar con los recortes en 2025. La economía, por cierto, no necesita un aventón. Navega a una velocidad de crucero de 3%, desde el tercer trimestre, en zona de pleno empleo. En el libro de quejas está asentado que la suba se concentra en pocos papeles y (hace años) que la valuación es excesiva. Nada que impida, por otra parte, un rally de Navidad para cerrar el año a toda orquesta. Y así se intentó, pero no funcionó.
Diciembre, a decir verdad, denota fatiga. En especial, en los llamados “Trump trades”. El Russell 2000 se hundió 7% el último mes a pesar de ser, a priori, el mayor beneficiario del celo proteccionista de la Administración entrante. ¿Quizás haya quien cuestione la energía que se volcará a su aplicación? La ausencia de los Lighthizer y los Navarro en el gabinete no da buena espina. En cambio, nadie puede dudar del entusiasmo de Trump y de su gente, ni de los funcionarios que pondrá a cargo, por las criptomonedas. Que el Bitcoin cotice a los precios del 20 de noviembre no supone ningún gato encerrado. Trepó 126% en el año. 45%, los últimos tres meses. Es, si se quiere, su volatilidad natural. Eso sí: que el récord del S&P 500 -6090 puntos- sea del 6 de diciembre nos confirma que los mercados están cambiando de aire después de la excitación por Trump. Nada grave, aunque sea una pérdida de momentum visible.
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Nadie puede dudar del entusiasmo de Trump y de su gente, ni de los funcionarios que pondrá a cargo, por las criptomonedas.
Las tasas largas tienen atragantada la política monetaria y fiscal
Las tasas largas no comulgan con Washington. Su problema no es con Wall Street. Tienen atragantada la política monetaria y fiscal. En septiembre, no les agradó el discurso de campaña ni de Kamala Harris ni de Trump. Ni la decisión de la Fed de Powell de estrenar la baja de tasas con un hachazo de medio punto. Y lo hacen notar desde entonces. El equipo económico de Trump, Scott Bessent y compañía, les dio un motivo de respiro. Pero, duró poco. Retrucaron cada recorte de tasa de fed funds con un aumento de idéntica magnitud en las tasas a diez años. Son cien puntos base a cada lado de la ecuación. Una señal de discordia inédita. Que la semana pasada, Powell haya levantado el pie del acelerador no sació su encono. No habrá reducción de tasas cortas en enero, dicen los futuros de Chicago. No importa. Las tasas largas treparon otro escalón. Viajaron ya de 3,60% a 4,63%. El máximo del año está a tiro, 4,70%. Y bastará un exabrupto de Trump para ir a buscar 5%, que es el techo del ciclo. De más está decir que las tasas largas tienen en el dólar firme a su socio (letal) del silencio.
Trump y su saludo navideño
Trump no habló de aranceles. Pero su saludo navideño reveló tres pretensiones no correspondidas. Retomar el control del Canal de Panamá, comprar Groenlandia y hacer de Canadá el estado 51 de los EEUU. Quizás el rally de Navidad se suspendió por el temor de Santa Claus a que le confisquen su trineo made in China. Trump también se dedicó a los temas serios. Y allí sufrió un revés. Si bien contribuyó a evitar el cierre parcial del gobierno, no pudo eliminar, como quería, el techo de la deuda pública. Su propia gente le jugó en contra. La novedad no le gustó a Wall Street y la empujó a la toma de ganancias. Es un indicio de que el Congreso republicano puede serle esquivo al presidente electo. Y Janet Yellen, la actual secretaria del Tesoro, urdirá los próximos pagos de manera tal que cuando asuma el 20 de enero se encontrará con el corsé de la deuda en plena vigencia y ante la necesidad de tomar medidas extraordinarias para mantenerse en actividad. ¿Es una mala noticia? ¿O es lo que Elon Musk (y Vivek Ramaswamy) necesitaban? Es, en efecto, una magnífica oportunidad para estrenar la motosierra (y ganarse el apoyo de las tasas largas). Hechos, no palabras. De Trump depende. Wall Street todavía no la ve.