Si algún mileísta distraído pensaba que el Presidente se iba a mantener fiel a su negativa a pactar con China porque “no hace tratos con comunistas”, el G20 nos acaba de regalar una postal para la historia: Javier Milei, Xi Jinping, y la bandera roja de la República Popular China.
No lo cambiaron por un doble, como podría sugerir maliciosamente alguno en las redes. Es el mismo Milei que hasta hace unos meses despotricaba contra los “regímenes autoritarios de izquierda”.
A fines del año pasado, en una entrevista cuyo fragmento se volvió viral, nuestroPresidente había sido categórico sobre el tema: “Nosotros no hacemos pactos con comunistas”, dijo, refiriéndose directamente a China, Cuba y Venezuela como ejemplos de lo que evitaría a toda costa. Consultado por el entrevistador, que insistía en la importancia que tiene China como socio comercial de nuestro país, el mandatario no dejaba lugar a la doble interpretación: “En todo caso serán acuerdos del sector privado. Nosotros no pactamos con comunistas”.
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Pero viniendo más acá en el tiempo, fue ni más ni menos el teórico de la ultraderecha y nuevo titular de la Fundación Faro (el think tank que busca «dar la batalla cultural» y recaudar fondos para diseminar el ideario libertario), Agustín Laje, quien dejó clara una vez más la posición ideológica del espacio oficialista sobre este tema. “Por un lado, estamos quienes defendemos la vida y respetamos la dignidad humana, y por el otro están los zurdos hijos de puta”, expresó en San Miguel. Las palabras resonaron en un escenario decorado con simbología muy alusiva a la liturgia nazi y fascista, lo que causó revuelo en las redes.
Fue durante la presentación de “Las Fuerzas del Cielo”, el nuevo espacio militante libertario. El discurso de Laje fue levantado en redes por canales de YouTube oficialistas como el mejor de la noche. Su contenido fue sumamente violento y fuertemente despectivo: “Los zurdos hijos de puta no tuvieron inconvenientes a lo largo del siglo XX para instaurar dictaduras criminales, muchas de las cuales siguen vigentes hasta el día de hoy”, prosiguió Laje, y remató: “Lo mínimo que podemos hacer con ellos es insultarlos, es lo mínimo que se merecen”.
Aparentemente, la realidad es más testaruda que cualquier prejuicio ideológico, y parece que la economía argentina, con su deuda y sus déficits, tiene más poder de persuasión que discursos incendiarios de teóricos de extrema derecha, e incluso que las palabras de “consejeros de cuatro patas” que hablan desde el más allá.
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El encuentro con Xi Jinping no fue un simple gesto protocolar. En medio de las negociaciones por el swap de monedas con China, que ronda los 5.000 millones de dólares, y la necesidad de mantener a flote el comercio bilateral, Milei parece haber girado a un pragmatismo que antes criticaba como vicio de la “casta política”. Desde el oficialismo dijeron que la reunión fue para “profundizar la apertura de mercados” y “avanzar en la cooperación constructiva”, según el comunicado oficial emitido por el portavoz presidencial, Manuel Adorni.
Previo a la reunión bilateral, ya había sorprendido a analistas nacionales e internacionales la actitud del presidente argentino en el G20. Los medios brasileños y argentinos destacaron como un buen gesto la firma de Milei al Pacto Global contra el Hambre, una iniciativa respaldada por su archienemigo ideológico, Lula da Silva, a quien en su momento nuestro presidente llamó “comunista corrupto”.
La corresponsal de Perfil en Brasilia, Eleonora Gosman, sostuvo la hipótesis de que Donald Trump busca tener una “cabeza de playa” en la región, por lo que probablemente haya aconsejado a su fan argentino “portarse bien” y no tensar demasiado la relación con el resto de la región.
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Pero también hay motivos económicos muy concretos para llevar adelante esta política pragmática. China y Brasil son los dos mayores socios comerciales de la Argentina. En el caso de China, es el que mayor déficit genera en la balanza comercial. Entre 2008 y mediados de este año, el país acumuló un déficit comercial con China superior a los US$85.000 millones, producto de exportaciones que superaron los US$90.000 millones e importaciones por más de US$175.000 millones.
¿Dónde quedó el Milei que prometía dar la pelea por los «principios de occidente» y combatir el comunismo en todas sus formas? ¿Será que todo eso de la «batalla cultural» era sólo un relato para justificar un discurso violento y políticas reaccionarias? ¿Acaso era otro «chamuyo» como ese de que el ajuste no lo iba a pagar la gente? ¿En el mundo de la realpolitik, insultar a los “zurdos hijos de puta” es solo para la tribuna y no para las reuniones bilaterales? “Por plata baila el mono”, era un dicho que solía repetir mi abuela. Algún tuitero opositor basado podría actualizarlo: “Por un swap de monedas, el león ruge bajito”.
FM/fl