Mucho antes de convertirse en la cara indiscutida de las noticias, Mónica Cahen D’Anvers fue una alumna más del prestigioso colegio Northlands School de Olivos. Hija del aristócrata francés Gilbert Georges Louis Cahen D’Anvers, y de la argentina María Elina Laínez Peralta de Alvear, quien se convertiría en todo un ícono de la televisión se formó en aquel claustro y lo volvió a elegir para que su hija, Sandra Mihanovich, también cursara sus estudios allí.
Esta semana, las dos fueron las protagonistas de un emotivo encuentro organizado por aquella institución educativa. “Esta reunión de antiguos alumnos de 2024 fue una noche bastante especial”, informó el colegio en su cuenta oficial de Instagram. Allí, se compartió un video que da cuenta de dos momentos muy movilizantes: las imágenes muestran a la periodista y a la cantante siendo homenajeadas por otras exalumnas.
“Varias promociones de clase se reunieron para honrar su amistad y su colegio. Y en esta velada en particular, tuvimos el privilegio de volver a recibir a Monica Cahen D’anvers y Sandra Mihanovich, recibidas en 1951 y 1974, madre e hija, quienes recibieron cada una un premio a la trayectoria como fue el caso de Monica, y el Premio Old Northlander 2024 para Sandra como muestra de gratitud por continuar con la esencia de Amistad y Servicio a lo largo de su vida”, indica el texto que acompaña el clip.
“Soy una mina que ha tenido una suerte extraordinaria como ser humano, con cuidados de todos los tamaños y colores. Me he involucrado, es verdad… Me he tirado a la pileta con todo, como debe ser. Pero realmente soy una privilegiada, porque el mundo me ha privilegiado, así que lo único que puedo decir es gracias”, se la escucha decir a Mónica a la hora de recibir el premio, desatando una gran ovación de las exalumnas presentes en el auditorio. Siempre impecable, con el estilo despojado que supo hacer gala durante décadas, la periodista eligió para la ocasión un vestido suelto en tono azul, y lo combinó con coquetas sandalias y su característico peinado, que ahora luce en tono blanquecino.
“En el año 69 volví al Northlands para no dejarlo nunca más. Voy a llorar. Y me encontré con mi casa, con mi lugar, y fue muy, muy feliz allí. Hice todo lo que se podía hacer, y lo agradezco tanto, porque me divertí mucho. Siempre lo recuerdo y lo tengo en mi corazón. Este seguramente es el premio más importante que he recibido en mi historia”, se la escucha decir luego a Mihanovich, también sobre el escenario. Más allá de la formación académica, en aquel colegio la intérprete de “Soy lo que soy” y “Como el juez a la verdad” conoció allí a una de sus grandes amigas, Marita Novaro, quien con el correr de las décadas terminaría convirtiéndose en su esposa.
Tras su paso por el tradicional colegio de Olivos, Cahen D’Anvers estudió en la Universidad de Cambridge. Su primer matrimonio fue con un potentado empresario, Iván Mihanovich, el padre de sus hijos, y vinculado a una compañía naviera y sus primeros pasos en los medios no los dio contándole a los televidentes las novedades del día, sino como actriz. Es que Mónica formó parte de uno de los elencos de la recordada telenovela de Nené Cascallar El amor tiene cara de mujer, que contaba la historia de un grupo de empleadas de un centro de belleza.
Después de conducir Telenoche junto a Andrés Perciavale y varios ciclos en solitario, Cahen D’Anvers formó con el amor de su vida una de las duplas televisivas más recordadas. A pesar de que cuando lo conoció le pareció un “canchero insoportable” que se “hacía el lindo”, terminó sucumbiendo a los encantos de su colega César Mascetti, quien se convertiría en su pareja hasta el momento de su muerte, en 2022.
El 19 de diciembre de 2003, Mónica y César se despidieron de Telenoche. Ella hacía treinta y ocho años que había debutado en ese espacio. Él, llevaba casi dos décadas acompañando a su esposa con igual dominio del sentido periodístico. Aquella noche, luego de dar la última noticia, comenzaron a cantar las hurras de la actividad. Luego llegó algún programa especial y un ciclo en Radio del Plata hasta que, finalmente, la vida en San Pedro, al frente de La Campiña, ganó la partida.
Desde el momento de la partida de su gran compañero, Mónica lleva una vida recoleta. Con coraje, pero aún ensombrecida por el dolor de la partida de su amado. Le gusta leer, realizar largas caminatas, pispear el río, comer rico, mantenerse informada y dejarse mimar por hijos, nietos y sus parejas.
Comer en su campo o visitar restaurantes de San Pedro se convirtieron en el mejor plan de Mónica. También disfruta de las noches en el cine local, antes de una mesa bien regada por vino. Fiel a su estilo histórico, su outfit siempre es sencillo, apenas matizado por algún colgante. Perfil bajísimo para la mujer de extrema popularidad, pero que jamás caminó la vida subida a un pedestal.
Sus arribos a la gran ciudad se cuentan con los dedos de las manos desde el momento de la partida de su gran compañero. Mónica ha visitado a su histórico peluquero en su atelier de la calle Paunero, algún concierto de Sandra y una entrevista en el programa de la mujer de voz prodigiosa en Radio Nacional en diciembre pasado. También aplaudió una presentación de su hijo Vane en Café La Humedad de San Cristóbal.
El 14 de noviembre, también fue la protagonista de otro gran homenaje. La Academia Nacional de Periodismo la convirtió en la primera figura de los medios en recibir el diploma honorífico que otorga la institución en reconocimiento a la trayectoria y el compromiso con la profesión. En su discurso improvisado, quien es una de las figuras más queridas y respetadas del periodismo en la Argentina agradeció entre aplausos el reconocimiento.
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