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Llaryora y Passerini, o la historia del policía bueno y del policía malo

El ultralibertario autodenominado “El Gordo Dan” liquidó en su programa de stream al intendente de Córdoba, Daniel Passerini, a quien insultó, ninguneó y trató de una especie de punto del gobernador Martín Llaryora. El vehemente comentario fue hecho a partir de la prohibición del intendente a la plataforma de transporte Uber, aunque debe decirse que ir en contra es agujerear aún más los bolsillos de los cordobeses.

Evidentemente, Uber es un fenómeno mundial y a Córdoba llegó para quedarse, mal que le pese a sus detractores. Es más, está claro que los propios taxistas lo admiten indirectamente ya que en más de una ocasión podrá pedirse un Uber y cuando llega, se observa que se trata de un taxi. “Es un salario más y ayuda mucho”, dicen los choferes, palabras más palabras menos, a modo de excusa.

Lo concreto es que, más allá del medio de transporte que utilicen los vecinos, está claro que Passerini suele tener posturas duras con el presidente Javier Milei y reinvindica los postulados básicos del justicialismo, como lo es, entre otros, la participación directa del Estado en determinados aspectos de la cosa pública. Esto, espanta a Milei y sus compañeros de ruta, quienes piensan que todo, absolutamente todo debe quedar en manos de los privados, que deben resolver los dilemas en base a la ley de la oferta y la demanda.

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Passerini pega por ahí y hasta el momento nadie había recogido el guante. Hasta que apareció Dan para pegar duro y parejo.

El gobernador Martín Llaryora eligió otro camino para relacionarse con el presidente y su entorno: el diálogo frecuente que no ahorra sonrisas y gestos amistosos.

Llaryora cree que por esta vía se puede llegar a mejor puerto, ya que al comienzo planteó una serie de hostilidades que hicieron enfurecer al inquilino del sillón de Rivadavia. Las críticas fueron muy duras y provocaron una abrupta caída en la imagen del jefe del Centro Cívico. Las encuestas obligaron al peronista a barajar y dar de nuevo. Y poco a poco comenzó a buscar canales de diálogo, a los que Milei no se opuso.

Entonces se forjó la famosa “relación institucional” que hasta ahora no ha dado mayores dividendos para el Tesoro provincial, pero sí permite mirar al futuro con alguna esperanza.

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Llaryora espera una convocatoria de la Corte Suprema de Justicia para encontrar una solución a la grosera deuda que mantiene la Nación con la Provincia. Al respecto, sus adláteres chillan: “Se ufanan del déficit 0, pero lo lograron con el esfuerzo terrible de las provincias y los jubilados porque no aflojaron un peso”.

De todos modos, el jefe del Ejecutivo provincial hace equilibrio y, cuando puede, pone algún condicionamiento. Ahora y para achicar la deuda que para Córdoba es de casi 800 mil millones, la Nación ofreció traspasar Fadea. Los llaryoristas dicen que aceptan pero no la quieren incluir como parte de pago. Tomaría la exfábrica militar de aviones y le daría el gerenciamiento a un privado, si es que ese traspaso no implica reducción de deuda.

Llaryora mantiene las formas y no recibe mayores cuestionamientos. Hay que recordar que en el máximo momento de tensión Milei trató de “traidor” al exintendente de San Francisco.

Por eso, ahora las dos personalidades más importantes de la política cordobesas caminan por sendas diferentes para relacionarse con Milei. Seguramente, eso forma parte de un plan, aunque todavía se ignoran los resultados. Las estrategias verbales están sobre la mesa. Los resultados no, aunque la bofetada discursiva del gordo Dan no es precisamente una ingenuidad. Más bien, parece formar parte de un libreto escrito con cuidado.

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