Pasa una señora y le dice: “Si pudieras ver qué lindos ojos azules tenés”. No, señora, él no puede ver sus ojos, pero sabe de qué color son porque alguna vez los vio… Gabriel Caparrós jugaba al tenis y una enfermedad durante la pandemia le produjo ceguera, pero el haber perdido la visión no cegó su voluntad ni sus ganas de seguir jugando. Por eso abrazó el tenis para ciegos, deporte que le da alegrías, además, porque es campeón mundial.
Igual sucede con Rosana Lescano, quien quizá no tiene esos llamativos ojos que su compañero, pero sí una sonrisa hermosa -que no se ponga celoso Luciano, su novio y gran apoyo- y humilde, capaz de sorprenderse cuando le entregan una distinción, justo a ella, la mejor del mundo en lo suyo.
Ambos salieron campeones en la categoría B1 (ciego total) en el Mundial de Venecia, en septiembre, cuando derrotaron a dos representantes de Japón, país que es potencia en este deporte nacido en ese país hace 40 años. No es casualidad que la Asociación Nacional de Tenis para Ciegos y Personas con Disminución Visual, presidida por Claudio Miyahira, cuente con el apoyo de la Fundación Cultural Argentino Japonesa Kazunori Kosaka, y en el Jardín Japonés se haya hecho una exhibición de los campeones y más tenistas (Roberto Rivas, Roberto Masotta, Martín Juárez) para mostrar cómo es el deporte e instar a que muchas personas lo practiquen.
La palabra y ejemplos de los campeones mundiales
Caparrós es de Benito Juárez. Hace tres años y medio sufrió una retinopatía diabética que lo dejó sin visión en el transcurso de nueve meses. El era jugador de tenis convencional, además de coach de alto rendimiento. De ese pasado le queda un presente con un saque notable, vía memoria corporal, con efecto (kick), que suele complicar a los rivales.
Gabriel Caparrós y Rosana Lescano salieron campeones mundiales en Italia.
Caparrós le cuenta a Olé cómo hizo la transición: “Yo desconocía el tenis para ciegos, además, ya jugar al tenis es muy difícil y (pensaba), sin ver, es imposible. Pero me explicaron cómo era y fui de a poquito, tardé tres meses en pegarle a la pelota. Para uno que jugó mucho es muy frustrante, hasta que empezás a calibrar eso y empezás a entender el juego. Yo a la gente le digo que lo intente, es algo hermoso lo que pasa en la cancha y afuera. Invito a tenistas profesionales a que hagan el desafío del antifaz, que se animen a sentir la sensación de jugar el deporte que aman y que amamos muchos, y a ver qué opinan. Y para que ayuden a difundir nuestro deporte”.
Yo a la gente le digo que lo intente, es algo hermoso lo que pasa en la cancha y afuera (Gabriel Caparrós).
Rochi Lescano, la otra campeona, la que habla y se ríe permanentemente, también dialogó con este diario. Sin proponérselo, quizá, cada oración suya es una enseñanza y ejemplo. “Nosotros, lo que hacemos, es superar nuestras propias barreras y saber que enfocarnos en algo que podemos hacer y lo hacemos bien o que nos da objetivos, te da felicidad. Yo tengo a mi vida por delante de la discapacidad, así que todo lo que haga que me guste, que me haga bien, lo voy a disfrutar y lo voy a sonreír”, explica.
El grupo del tenis para ciegos en el Jardín Japonés.
Lescano no jugaba al tenis, sí lo hacía su hermana, María. Desde los 8 años sufre una retinosis pigmentaria (informa que es la misma que padeció José Luis Borges y padece Bono, el cantante de U2) que, progresivamente, la fue dejando ciega. Respecto de su discapacidad, cuenta: “Al principio la negué, pero a los 22 dije ‘sí, bueno, vamos a buscar ayuda’. Hoy, salgo a comprar a la verdulería con mi bastón. Es parte de mi vida y tiene nombre, se llama ‘es mi libertad’, ¿me entendés?”.
Sí, claro que se entiende.
Teniendo en cuenta su caso, Rochi aconseja a quienes no se animan a practicar deportes -o realizar otra actividad- siendo discapacitados: “Siempre hay algo que te produce miedo, yo creo que lo primero es sacarte ese miedo, porque no te va a pasar nada. Además, el deporte es sanador, lo siento así, totalmente. No solamente porque liberas un montón de hormonas y te hace bien al cuerpo, sino que podés encontrar un grupo de pertenencia, tener objetivos. Es un montón para una persona discapacitada y también para la persona que no tiene ningún problema y no sabe. Conocí muchas personas que tienen todo en la vida y se hacen problemas por cosas tan pavas… tienen miedo. Como le digo a mi hermana: ‘Miedo tenés al subirte a un colectivo sin ver’. Los límites se los pone uno; la voluntad y la constancia marcan los límites de cualquier cosa. Si yo me quedo quieta, no me va a pasar nunca nada, pero yo sé que al cajón voy a llegar toda súper machucada, pero por haber vivido, esa es mi realidad. Yo me compré los pozos de todo Pilar; me he llevado postes, árboles, canteros, autos y todo por delante. Pero bueno, si me quedo en mi casa tal vez no viva”.
Sé que al cajón voy a llegar toda súper machucada, pero por haber vivido, esa es mi realidad (Rocío Lescano).
Se viene el saque con kick de Caparrós.
Quien los entrena, Alejandro Penna, tiene toda la pinta de un coach de tenis convencional. De hecho, lo fue durante 20 años, hasta que se pasó al tenis para ciegos. “Es un deporte hermoso, ellos me enseñaron mucho a enseñarles a ellos”, cuenta quien llegó a trabajar en la academia de Nick Bollettieri en Estados Unidos.
“Es complicadísimo pero ya el primer día le pegan a la pelota. Aprenden todos los golpes que existen en el tenis profesional, para los que jugaron al tenis es más fácil porque ya tienen la memoria en el cuerpo, como Gabriel. Incluso él implementó un golpe por entre las piernas que voy a empezar a enseñar porque sale un bola alta que es difícil de responder”, indica quien enseña en el Instituto Román Rosell de San Isidro.
La sonrisa de Rochi Lescano al recibir una distinción.
“Es un deporte que a los ciegos les da seguridad porque no hay obstáculos, los espacios son grandes y no hay contacto, se mueven tranquilos. Además la cancha tiene una soguita de 4mm, una línea táctil con la que se marcan las líneas que ellos tocan para orientarse y tener referencias. Pero algunos, como Rochi, no las usan. De hecho, en los cambios de lado va sola y pasa por arriba de la red”, cuenta.
Es un deporte que a los ciegos les da seguridad porque no hay obstáculos, los espacios son grandes y no hay contacto (Alejandro Penna, coach).
Enseñar, para él significa: “Es una pasión, me encanta crear jugadores en este deporte complicado. Ya hacerlos golpear la pelotita el primer día es una satisfacción”.
Cómo se juega al tenis para ciegos
En B1 se desarrolla con posibilidad de que la pelota pique hasta tres veces. El primero es para saber dónde picó, el segundo es para llegar a la pelota y el tercero es para pegarle. La cancha es de 12,80 por 6,10 metros. La pelotita es de goma espuma, con 9 cm de diámetro; en su interior tiene una pelotita de tenis de mesa con cinco municiones dentro, para poder escucharla mientras se aproxima. Se juega con amarillas para las personas con ceguera total, y negras para los que tienen disminución visual. En cuanto a la raqueta, se puede usar cualquiera aceptada por la Federación Internacional de Tenis.
Las líneas de la cancha tienen un relieve para que los jugadores se puedan ubicar.
Para quienes quieran acercarse a jugar o al menos, averiguar, pueden consultar al mail: [email protected] o al teléfono 5233-8098. Su instagram es: @tenisparaciegos.arg.
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