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Javier Milei festeja el triunfo de Trump en EE.UU, pero el mercado cree que la economía argentina puede sufrir

Donald Trump ganó la elección estadounidense y los efectos ya empiezan a sentirse sobre la economía global. Desde que se sospechó cuál sería el resultado el dólar se recuperó frente a una canasta de monedas, mientras el peso mexicano tocaba su mínimo en dos años. Los compradores de Bitcoin celebraban una suba a niveles récord mientras el mercado se prepara para una era de tasas de interés más altas, con flujos de capitales alejándose de las economías emergentes y precios de materias primas cayendo.

La campaña electoral mostró una sociedad estadounidense «agrietada» como pocas veces en su historia, y una campaña inusitadamente agresiva. La agenda subió de temperatura, sobre todo, en los temas sociales, incluyendo rubros hipersensibles como la inmigración y la educación.

Si bien las encuestas daban una ventaja para Trump, los analistas igualmente se mostraron sorprendidos por el hecho de que el candidato republicano tuvo mejor receptividad que la que había logrado en su anterior elección en sectores minoritarios del electorado, como los latinos y los afroamericanos. Todo un signo de que su mensaje anti-estatista caló hondo en una población hastiada por la inflación y los impuestos.

En economía, las expectativas de los analistas es que, con una gestión de Trump, que prometió un alivio impositivo para estimular el consumo y una suba generalizada de aranceles, pueda agravarse el déficit fiscal, que ya se ubica en 6%.

«Es un nivel solamente visto en tiempos de guerra o de recesión, y una política de gasto sin control podría espantar a los inversores privados y erosionar la fe del mundo en la deuda estadounidense como un activo libre de riesgo», advierte un editorial de The Economist, uno de los medios conservadores que llamaron abiertamente a votar por Kamala Harris.

Lo cierto es que un liderazgo trumpista ya permite avizorar ganadores y perdedores: entre los primeros, el sector tecnológico, que espera beneficiarse de una regulación «light» y un entorno económico favorable. De hecho, el mercado bursátil ya está dando cuenta de esa tendencia.

Y también más impulso para la energía «de viejo estilo» en detrimento de la ola de recursos renovables. Y en ese rubro se lucirá el petróleo «shale» con metodología «fracking» -justamente el que se explota en Vaca Muerta.

Elecciones en EE.UU: ganó Donald Trump, festeja Javier Milei

¿Cómo se vive el regreso de Trump en Argentina? A primera vista, una situación rara: Javier Milei celebra el triunfo como propio. Literalmente: en las redes sociales retuiteó un reporte en el que un periodista desde Estados Unidos comentaba que en los lugares donde ganaba Trump, los votantes conocían al presidente de Argentina y lo mencionaban como un referente de la nueva derecha global.

Es de esperar, para todos los actores políticos argentinos, que Milei intente sacar un rédito local del triunfo trumpista, como parte de una nueva ola de líderes de la que se siente parte fundamental.

Su apuesta era clara desde hacía tiempo. Más concretamente, desde aquel encuentro tras bastidores en la Conferencia Política de Acción Conservadora, un acto proselitista cuando todavía no había finalizado la interna del partido Republicano. En aquella oportunidad se dio el primer encuentro de Milei con Trump, aquel en que el argentino lo abrazó efusivamente mientras lo llamaba «mister president» y le decía que esperaba recibirlo una vez que fuera electo. Trump respondió el gesto adaptando su eslogan de campaña «Make Argentina Great Again».

Desde entonces, Milei ha visitado varias veces Estados Unidos, se ha entrevistado con empresarios de alto perfil como Elon Musk -a propósito, una de las estrellas de la campaña electoral republicana-, a quienes quiere atraer a radicar inversiones en el país.

Y ha dado muestras de su alineamiento incondicional con Estados Unidos -al punto de echar a la canciller Diana Mondino por confirmar el tradicional voto argentino de condena al embargo estadounidense contra Cuba-.

Coincidencia cultural, diferencia económica

Pero ahora comienza la hora de la verdad: del intercambio de elogios y gentilezas se debe pasar a la relación bilateral real. Y ahí es donde las cosas podrían no ser tan armónicas como Milei las había imaginado.

Salvo por la común aversión a la «cultura woke», a la agenda 2030 de la ONU, al ecologismo militante y al «marxismo cultural», las agendas de Milei y la de Trump dejan de parecerse y hasta empiezan a colisionar.

En algunos casos, esto ocurrirá de manera explícita mientras que en otros, por vía indirecta a través de las reacciones de los mercados globales.

En materia de política internacional, Trump ha dado señales de querer resolver rápidamente la crisis de Ucrania, lo que implica dejar de inyectar dinero de los contribuyentes estadounidenses en la asistencia armamentística a Ucrania y sentarse a negociar con Vladimir Putin. Una actitud incómoda para Milei, que tuvo al ucraniano Volodimir Zelenski como invitado estrella en su acto de asunción, y que caracterizó a Rusia como uno de los países enemigos de la libertad.

Y, en el sentido opuesto, Trump exacerbará las tensiones con China, justo cuando Milei está dando un giro pragmático hacia la potencia asiática, en busca de inversiones directas en infraestructura y en procura de divisas para reforzar las reservas del Banco Central.

Es decir, las diferencias empezarán a aflorar. Y tendrán su prueba de fuego en el directorio del Fondo Monetario Internacional: allí el gobierno de Milei apuesta a que Trump haga valer su influencia para que el organismo adopte una actitud más laxa para con Argentina. Traducido a plata, que apruebe un desembolso de dólares frescos, por una cifra no inferior a los u$s10.000 millones.

¿Un FMI más laxo con Argentina?

Esa asistencia financiera era una situación que, bajo una administración demócrata se daba como virtualmente imposible. Pero lo cierto es que los expertos que han tenido contacto directo con el FMI en el pasado se muestran escépticos en el sentido de que la situación cambie con un gobierno de Trump.

El antecedente de 2018, cuando bajo la primera presidencia de Trump el FMI asistió a Mauricio Macri con un préstamo récord de u$s58.000 millones -de los cuales ingresaron efectivamente u$s44.000 millones- no implica que ahora esa generosidad pueda repetirse. Más bien al contrario, dentro del FMI aquella experiencia dejó enseñanzas de errores que no deben repetirse, como el de darle dólares a un país con tipo de cambio fijo que «quemará» rápidamente la ayuda en una inútil defensa de su política cambiaria.

Es algo que genera nerviosismo en Argentina, porque un gobierno trumpista implica, con toda certeza, un dólar fortalecido por el efecto de huida de los capitales desde las economías emergentes. En el caso de Brasil, por ejemplo, ya se estima que el tipo de cambio, que actualmente es de 5,7 reales por dólar, pueda devaluarse e ir por encima de los 6 reales por dólar.

El plan de Luis Caputo, ¿a contramano de la onda Donald Trump?

Es una tendencia que va completamente a contramano del plan de Toto Caputo, que piensa reducir el crawling peg a 1,5% mensual y, de hecho, agudizar la sobrevaluación del peso.

En los últimos días se han multiplicado las advertencias sobre la pérdida de competitividad de la economía. Lo ha hecho el líder de Techint, Paolo Rocca, quejándose del dumping del acero chino. También lo han hecho los productores agrícolas, que denuncian una drástica caída en sus márgenes sin que el gobierno dé la menor señal de bajar las retenciones a la exportación. Y economistas de dentro y fuera del país advirtieron sobre las dificultades para mantener el cepo cambiario.

Como, por ejemplo, Robin Brooks, ex jefe de estrategia del banco de inversión Goldman Sachs y ex economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas, quien advierte que, con Trump en la Casa Blanca, el mundo dejará de ser un lugar amable para los países con tipo de cambio fijo. Y señala al peso argentino como el primer candidato a una crisis devaluatoria.

El ministro Caputo desdeñó esas críticas, pero lo cierto es que ya son muchos los que están revisando los números para 2025. Un gobierno de Trump implica, por vía indirecta, una caída en los precios de los commodities. Esto ocurre por la segura revaluación del dólar, así como por una actitud más cauta de China -primer comprador de productos agrícolas latinoamericanos- que en forma preventiva armó un stock de soja. Ergo, en 2025 podría caer aun más el precio de las exportaciones argentinas.

¿Se mostrará el nuevo gobierno estadounidense preocupado por ese tema? Tal vez sirva, para ilustrar ese punto, esta frase de James D. Vance, el nuevo vicepresidente, en el momento en que Milei hizo su irrupción como nuevo referente libertario: «La cuestión fundamental es que todas las economías latinoamericanas parecen atrapadas en una extraña dependencia de las exportaciones de materias primas. No está claro que Milei cambie eso».

Como sospecha Vance, la economía argentina sigue tan dependiente de las commodities como siempre. Y Milei, que predica el libre comercio y el globalismo, corre el riesgo de que sus intereses empiecen a chocar con los de un trumpismo proteccionista y neo-nacionalista.

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