Martí Puig i Leonardi
Barcelona, 2 nov (EFE).- Poco tendrá que ver el plácido congreso que permitió al expresident Carles Puigdemont volver a situarse al frente de Junts con el que le espera al que fue su vicepresidente, Oriol Junqueras, el candidato con más opciones para liderar ERC, una posición que ya ocupó entre 2011 y hasta el pasado junio.
Junts dio por finalizado el pasado fin de semana el ciclo de Laura Borràs, que cedió sin mostrar oposición la presidencia del partido a Puigdemont en un movimiento que certificó que el reelegido secretario general, Jordi Turull, ha logrado imponerse en el pulso interno mantenido en los últimos tres años.
ERC enfila, por contra, un mes -o mes y medio- de alto voltaje: con una guerra interna en curso que ya no se disimula, Junqueras pretende recuperar la presidencia de la organización, si bien enfrente tendrá a Xavier Godàs, el líder de una candidatura -bendecida por la todavía secretaria general, Marta Rovira- que sostiene que deben dejarse atrás los liderazgos del ‘procés’.
El congreso de ERC determinará si vuelven a pilotar el independentismo los dos principales protagonistas de 2017 o si solo uno de ellos sigue en pie.
Han mostrado su interés en participar en la contienda de ERC cuatro listas: Militància Decidim (Junqueras), Nova Esquerra Nacional (Godàs), Foc Nou (su candidata es Helena Solà) y Recuperem ERC (Xavier Martínez). Estas precandidaturas tienen hasta el 15 de este mes para presentar los avales requeridos -unos 400, equivalentes al 5 % del censo-.
Será dos semanas más tarde, el 30 de noviembre, cuando los algo más de 8.000 militantes podrán votar su candidatura preferida.
Si ese día alguna de las opciones supera el 50 % de los apoyos la partida se habrá acabado. En caso contrario, el 14 de diciembre tendrá lugar la segunda vuelta, con la posibilidad de que las candidaturas pacten entre sí y modifiquen parcialmente sus listas.
El vicepresidente del Govern cesado por el 155 de la Constitución ha liderado ERC durante 13 años, pero defiende que todavía le queda cuerda y que hasta ahora no ha tenido opciones reales de demostrar su potencial electoral.
Primero, al presentarse en 2015 como número dos de Artur Mas en la coalición Junts pel Sí y no como aspirante a la presidencia de la Generalitat; después, por su encarcelamiento en 2017, posterior condena y todavía vigente inhabilitación para cargo público -pese al indulto, que fue parcial, y al no habérsele aplicado la amnistía-.
Junqueras se presenta como remedio para revertir un ciclo electoral nefasto del que no se siente responsable, pese a haber ostentado durante este periodo la presidencia del partido: deja caer que no han contado lo suficiente con él ni el hasta agosto jefe del ejecutivo catalán, Pere Aragonès, ni la propia Rovira, que se hizo cargo del día a día de ERC desde Ginebra (Suiza) mientras Junqueras permanecía en prisión.
Precisamente Aragonès y Rovira abandonarán la primera línea política tras este congreso porque sostienen que debe darse paso a caras nuevas. Es por ello que apoyan a Godàs, que plantea, además, un cambio organizativo relevante: que no sea quien preside el partido quien opte a la presidencia de la Generalitat -un esquema ya adoptado, por circunstancias forzadas, por Junqueras y Aragonès-.
Godàs se ha rodeado de dirigentes como Alba Camps, Raquel Sans y Teresa Jordà para ofrecer como alternativa al «hiperliderazgo» de Junqueras un «equipo coral» en el que las decisiones trascendentes sean más compartidas.
Los de Junqueras destacan que a Godàs le apoyan varios cargos del último Govern y buena parte de la ejecutiva saliente de ERC: una «aristocracia» del partido que contraponen a los militantes de base, que sí estarían de parte del expresidente («No dejaremos que nos den lecciones quienes nunca han colgado un cartel», dijo el día que presentó su candidatura).
Se imponga Junqueras, que a priori parte como favorito, o Godàs, cuya candidatura podría sumar fuerzas con la de Foc Nou en una eventual segunda vuelta, la estrategia política de ERC no debería variar en exceso.
Los republicanos han sido los primeros en apostar, tras el desafío unilateral de 2017, por sentarse a negociar con el Gobierno de Pedro Sánchez, un camino inicialmente censurado por Junts y que los de Puigdemont sí han acabado asumiendo.
Además de tender la mano a Sánchez, ERC ha posibilitado la investidura de Salvador Illa, en lo que ha supuesto un cambio de rasante en la política catalana. Una carpeta por cerrar tras el congreso, asimismo, es la posible entrada de este partido en el gobierno municipal de Barcelona, avalada por Junqueras y vista con recelo por Godàs.
Los indultos y la amnistía, así como acuerdos sectoriales como el traspaso de Rodalies, se inscriben en esta estrategia negociadora de ERC, cuyo último fruto es el pacto con Illa, todavía por desarrollar, para que Cataluña cuente con una «financiación singular». EFE
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