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La guerra contra el narco en una novela original y polémica

Valentina, una periodista treintañera, comienza a trabajar en una productora de contenidos para televisión. Su tarea es cubrir con la policía allanamientos y enfrentamientos en los puntos calientes, al comienzo en el conurbano, luego en el Rosario del narcotráfico. Amante de la adrenalina de las artes marciales desde la adolescencia -como la autora- descubre y se enamora de la policía y su mundo en “Diario de Rosario” (Emecé) una novela negra absolutamente disruptiva, provocativa y polémica de Paloma Fabrykant. Periodista de investigación en diarios y revistas, Fabrykant ha publicado los libros “Cómo ser madre de una hija adolescente (escrita por una hija adolescente)” y “MMA, Artes Marciales Mixtas”. Dialogamos con ella.

Periodista: ¿Qué la llevó a usar sus experiencias como periodista en zonas de riesgo para escribir una novela negra?

Paloma Fabrykant: Quitémosle romanticismo al oficio. La novela no existiría si no hubiera firmado un contrato y una fecha de entrega. No soy alguien que se sienta a escribir en su casa o en un bar a expresar o sublimar sentimientos. Nunca escribo por ganas. He escrito publicidad, biografías por encargo, notas periodísticas de investigación, fui corresponsal, y actualmente escribo guiones para programas de humor de televisión. No soy de ponerme a escribir porque se me ocurre. Cuando escribo pienso para quién lo hago, cuándo lo necesitan y cuál es la extensión.

P.: ¿Valentina es su alter ego?

P.F.: Tanto yo como autora, como Valentina como protagonista, tenemos en común tener que empezar a trabajar con la policía sin haber imaginado nunca que me iba a involucrar tanto y que me iba a tocar hasta las entrañas. Provengo de una familia progre, de exiliados durante la dictadura. Desde chica mamé la estigmatización y el miedo al uniforme. Cuando tuve que empezar a cubrir operativos policiales lo hice con todos los prejuicios, como una aventura y porque necesitaba el trabajo. En la acción se me dieron vuelta los papeles. Empecé a conocer a hombres y mujeres que trabajan en la Fuerza y a darme cuenta de los problemas que sufren, cómo viven, cómo son en la intimidad, que los polis se llevan la parte más fea de tener que sostener el orden.

P.: ¿Hasta qué punto liberó a Valentina para que tuviera una voz propia?

P.F.: Es un alter ego mío, pero muchísimo más salvaje, sin frenos, con las pulsiones magnificadas. Es como si dejara de lado las barreras, las reflexiones, las censuras. Valentina es pura furia y deseo. Eso hace correr la acción de forma frenética y le da al libro un ritmo vertiginoso.

P.: ¿Las adicciones de Valentina son las drogas, el sexo y la adrenalina?

P.F.: Pondría a la adrenalina primero. El sexo y la droga los usa más como descarga. Es más fuerte su terrible adicción al trabajo. Tiene una tremenda ambición, eso en el fondo la mueve. Tiene una enorme adicción a su ego que le requiere sentirse aplaudida, felicitada. Mientras está en medio del barro, en la zona más complicada y violenta de Rosario, se imagina que va a llegar a ser Ministra de Seguridad. En realidad, la principal adicción de Valentina es su fantasía.

P.: ¿Valentina está marcada, en más de un sentido, por el “Vale todo”?

P.F.: Hay en la novela una subtrama de su relación con las artes marciales. En un capítulo cuenta sus peleas de “Vale todo”. Lo que la dejó marcada es su exclusión del universo del karate. Eso tiene que ver con su adicción a ser aplaudida, admirada, palmeada, felicitada. Por no detenerse en el momento preciso, por pasarse de la raya, luego de sentirse una reina pasa a sentirse una paria. Todo el tiempo Valentina tiene esos subidones y bajones. Eso es lo que más la marca. En el enfrentamiento del “Vale Todo” lo que más le duele no es tener una herida sino la marca de sentirse una basura.

P.: ¿Cómo decidió que Valentina tuviera ese lenguaje que pasa sin red de educado a marginal?

P.F.: Tiene que ver con mi formación, ser egresada del Colegio Nacional de Buenos Aires, ser hija de una escritora, haber leído muchísimo, y, al mismo tiempo, con un costado también mío, más callejero, que tiene que ver con el habla de la gente rústica, con gente la de menos recursos. A eso en la novela sumó la jerga policial, criminal, el lunfardo de antes y los modos actuales, el argot de los distintos espacios. Si no hubiera abandonado la facultad, hoy sería Lingüista.

P.: Una periodista que desde chica practica artes marciales, que hubiera querido ser policía de élite o corresponsal de guerra, es para una película de acción de Hollywood.

P.F.: Antes de publicarla vendí los derechos a Sebastián Schindel, director de películas taquilleras como “El patrón”, “La ira de Dios”, entre otras. “Diario de Rosario” salió primero por Orsai, y ahora por Emecé. Schindel tenía idea de, a esta altura, estar en pleno rodaje. Los cambios en el país hicieron que eso se detuviera. Espero que pueda seguir adelante. Schindel está hablando con Kenya Films, la productora de Darin. Ojalá estemos rodando el año que viene.

P.: ¿La novela no se debería llamar “Diario del Conurbano y de Rosario”?

P.F.: Si, si bien la acción se inicia cuando Valentina y el camarógrafo Fuego se instalan en Rosario para documentar la lucha contra el narcotráfico, hay permanentes raccontos a su trajo en el Conurbano. Ese Conurbano donde descubre, se enamora y cambia definitivamente su forma de ver sobre la policía. La novela la escribí hace unos años, cuando el clima de la época era otro.

P.: ¿Habrá un nuevo diario de Valentina?

P.F.: No, no va a haber otro libro semejante. Lo que habrá es otra novela por encargo de Planeta, que esta vez no va a tener nada que ver ni con la policía ni con el periodismo. Manejo en este caso otro alter ego mío, que es muy distinto, está centrado en las artes marciales, la novela se vuelca a tratar eso.

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