“Llevé “El chapulín colorado” a Canal 13, pero el interventor de ese entonces, un marino, me objetó la frase ´Síganme los buenos´. Me dijo que era subversivo. Abrí los ojos, no sabía si reírme o llorar, y me fui con las latas a otro canal. “El chavo” sigue cosechando rating hasta hoy”, dice Fernando Marín, histórico productor y realizador de radio y TV de los 70, 80 y 90 cuya trayectoria es evocada en la docuserie “La máquina de mirar”.
Se emitirá desde el 9 de noviembre por Crónica TV e Infobae y recorre hitos de Marín como “Video show”, “Mesa de noticias”, “Calabromas”, “El Chavo del 8”, Racing Campeón, Juan Pablo II, Cantaniños, Guillermo Vilas, Monzón y otros.
“Hay ciertos lenguajes a los que no termino de acostumbrarme en los medios, todo termina centrado en la línea sexual. Yo viví los años de Juan Carlos Altavista, el Gordo Mesa, Juan Carlos Mareco, Guillermo Brizuela Méndez, el Pato Carré, Calabró, etc. Ellos provocaban una sonrisa constante, entretenían durante una hora sin que se les escapara un joder”, recuerda Marín.
La serie documental “La máquina de mirar”, está dirigida por Julio Panno, celebrado director teatral de «Personas lugares y cosas», «Alicia -Alice by heart-«, «Casi Normales» y «Una película sin Julie». Panno confeccionó la serie documental con momentos de ficción, relato en primera persona, material de archivo además de testimonios de personalidades y estrellas. Conversamos con Marín.
Periodista: ¿Qué podés evocar de hitos de la TV en los que fuiste parte como Video Show?
Fernando Marín: Fue un antes un después en la TV argentina. Conseguimos un espacio en horas de cierre donde iban los programas de meditación y sacerdotes o rabinos, de 11 a 1, y en Canal 11 nos hicieron un espacio cuando ya no entraba la medición de rating. En esos años había dos empresas de medición, Ipsa y Mercados y Tendencias. Incorporamos la videocasetera en la TV argentina con una cámara portátil que la denominamos la máquina de mirar. Aquellos cajones de frutas de Río Negro se suplantaron por esta camarita y esa mochila que llevaba un ayudante. Esa microonda era nada más ni nada menos que un camión de exteriores, lo que nos permitió viajar por el mundo y tener equipos de periodistas, ayudantes y productores. Además teníamos una red de azafatas a quienes entregábamos en el aeropuerto más cercano los u-matic, así se llamaban los cassettes, que llegaban en 24 horas a Argentina. De ahí viajaban a la isla de edición de avanzada y editábamos notas de esos 5 o 6 equipos para que salieran esa misma noche, era casi un vivo para esos tiempos y muy novedoso sin la inmediatez de hoy. Creó un espectáculo de la comunicación y del periodismo poco común.
P.: ¿Quiénes fueron los diferentes conductores?
F.M.: El primer año fue Cacho Fontana, prominente y fuera de serie. Cuando él se fue aposté a seguir aunque fuera sin él y convoqué a Andrés Percivalle, duplicamos el rating en Canal 9 en horario central. Más tarde llegó la dupla Bernardo Neustadt y Llamas de Madariaga y el cuarto año tuve la osadía de llamar como conductor al galán Alberto Closas, que sedujo a la audiencia, sobre todo femenina y luego llegó Antonio Carrizo en un ciclo inolvidable.
P.: Después llegó “Mesa de noticias”, un clásico del humor argentino.
F.M.: Venía de hacer muchos años de radio con Juan Carlos Mesa y nos juntamos con Carlos Montero que había sido director de noticias de Canal 13. Creamos “Mesa de noticias” que al principio, como decía el Gordo, pensamos en un vino tinto y salió una gaseosa para todo público. Nos mandaron a lo que era ATC, hoy la TV Pública, a las 8 de la noche en un horario que no tenía rating y fue la revolución del aire. Hasta Fernando Bravo hizo su pasaje de actor por ahí diciendo noticias. Marcó un pico que todos recuerdan, con Gianni Lunadei, Alberto Fernández de Rosa, Edgardo Mesa y elenco inolvidable.
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Fernando Marín y el equipo de «Mesa de noticias».
P.: ¿Qué podés decir de Calabromas y El Chavo?
F.M.: “Calabromas” venía segundo y lo tenté para ser primero. Me ayudó mucho su esposa Coca y lanzamos “La vida en Calabromas”. “El Chavo” fue una apuesta de un tercero que me lo recomendó en México cuando fuimos a una producción de boxeo. Me pareció extraordinario el formato media hora en tiempos en que todo era de una hora.
P.: Más tarde llegaste a la presidencia de Racing.
F.M.: Nací en el club de River pero mi abuelo gallego había llegado al país y se hizo de Racing no sé por qué, mi padre, yo y todas las generaciones lo seguimos. Iba mucho a ver a River, acompañaba a un amigo que tenía platea. Vi a Racing tricampeón en el 49, 50 y 51, en esa famosa final contra Banfield donde querían evitar que gane un cuadro chico. La vida me llevo a presidir Racing y salvarlo del ostracismo y la desaparición. Era el peor momento del país en 2001 y traje un hombre que no era de Racing, Mostaza Merlo, y el primer campeonato fue un drama. Nos salvamos del descenso por un gol de Milito. El segundo campeonato es aquel recordado triunfo que logramos después de 35 años. Me explayo mucho sobre todo esto en el documental.
P.: ¿Cómo llegó a que Juan Pablo Segundo le tocara la cabeza y lo bendijera?
F.M.: Se sabía que Juan Pablo Segundo llegaría en son de paz por la guerra de las Malvinas. Se disputaba el Mundial en España, poco se sabía de esta guerra insólita y canallesca por ambiciones desmedidas y me dijeron que entrevistara al Cardenal Piroño, el secretario privado del Papa. Me insistió Llamas de Madariaga que estaba en Radio Belgrano y viajé a Roma para la nota. Me recibió Sor Rosario, una monjita española que me acompañó hasta donde estaba su eminencia que viajaba al día siguiente a Argentina. Insistí con verlo y logré pasar por unos túneles que desembocaron en la Plaza San Pedro con 25 mil personas. Apoyé las manos sobre una baranda al lado de un curita australiano, y en eso veo que Juan Pablo Segundo bajó del Papamóvil para decir unas palabras. Vino caminando directo hacía mi, acortando camino hacia donde estábamos nosotros, sentí que venía mirándome y cuando estaba a un metro mío se acercó, me tomó la cabeza entre sus manos y se me humedecieron los ojos. Atiné a decir “Soy argentino” y me respondió “Solo paroli di amore”. Y se retiró. El australiano del al lado mío me pregunto si yo era un hombre prominente. Había un hombre al lado mío que sacó fotos y mi mujer supo que era de un dairio, lo corrí, me dio su tarjeta y al día siguiente revisé 200 negativos hasta que di con la foto en la que el Papa tomaba mi cabeza. Fue como un milagro. Me hice devoto de Juan Pablo Segundo y le rezó una oración cada día. Cuando murió yo estaba en Rusia y pasé por Roma para visitar su capilla ardiente.
P.: ¿Qué recuerda de Cantaniños?
F.M.: Fue una revolución, no se elegía al gran intérprete sino que el jurado eran chicos 8 y 10 años que distinguían al que más les divertía, no había grandes estrellas, eran canciones simpáticas que recordarán como “Yo tengo un hermanito chiquitito”. Los distintos Cantaniños sacaban long play, ganamos 3 discos de platino que era el premio máximo que daban las grabadoras . Un año vendimos más que Julio Iglesias.
P.: Volviendo al deporte, ¿viajaste con Guillermo Vilas y con Carlos Monzón?
F.M.: Hice la primera Copa Davis en color para Canal 9, era el equipo con Batata Clerk, Richard Cano, Lito Alvarez y el capitán Oscar Furlong, campeón del mundo de básquet en los ´50. Luego él fue mi consuegro porque su hijo se casó con hija mía. Con Carlitos Monzón la vinculación era a través de Tito Lectoure. Yo hacía espectáculos desde los ´60 hasta vincularnos con Goar Mestre, hábil en contenidos y aspectos comerciales. Nos dio espacio para la pelea gratis y el prorrateaba avisos rotativos. Viajé con Monzón por el mundo excepto por la primera pelea contra Benvenuti, vivimos momentos entre dramáticos, divertidos, insólitos y conocí un Monzón muy de cerca. Adonde llegaba revolucionaba al público, en especial a las chicas. Era muy buen mozo y cuando terminaba la pelea íbamos a comer o a un night club. Vestido de smoking revolucionaba el ambiente.
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Fernando Marín y Guillermo Vilas.
P.: ¿Qué podés decir del nuevo mundo audiovisual?
F.M.: Hubo una evolución en el mundo audiovisual fuera de lo común, para bien y para mal. En algunos aspectos transformamos al mundo en un pañuelo y eso es bueno, es algo muy fuerte ver la guerra en colores y al instante. Hay una gran masividad que gravitó en los medios de comunicación, y con tecnología creció la no estética, me refiero a ciertos lenguajes a los que no termino de acostumbrarme en los medios. No me gusta ver la mesa elegante de Mirtha con las personas vestidas de primera y el camarógrafo en bermudas pero yo viví en otro siglo. Hoy la industria del entretenimiento es muy vasta, está un poco saturada porque todo termina centrado en la línea sexual, todos los chistes tienen doble intención por ese lado. Yo viví los años de Juan Carlos Altavista, el Gordo Mesa, Juan Carlos Mareco, Guillermo Brizuela Méndez, el Pato Carré, Calabró, etc. Ellos provocaban una sonrisa constante, quizá no carcajada pero era válida y entretenían durante una hora sin que se les escapara un joder.