Explorar la herencia y desafíos que ofrece hoy la democracia establecida en Grecia hace 2.500 años, la función esencial de la política y del Estado, es el aporte central de “Grecia en el aire” (Acantilado) de Pedro Olalla. El aclamado helenista asturiano, que eligió residir en Atenas, autor de “Palabras del Egeo” y “De senectute política”, entre otras treinta obras, visitó por primera vez Buenos Aires. Dialogamos con él
Periodista: ¿Por qué considera que Grecia está en el aire?
Pedro Olalla: Cuando los espartanos se acercaban a atacar a Atenas, Tucídides, en “Guerra del Peloponeso”, señaló “toda Grecia estaba en el aire”, en vilo, en tensión. Usa para eso la palabra «meteos», está flotando, aún no ha aterrizado, está pendiente de cumplimiento. A la vez, Grecia está en el subsuelo de nuestro modo de ser y pensar. Resulta fundamental, nos da las bases de dónde construir. Flota en el ambiente que respiramos, y compartimos, como una tradición común, como una patria del espíritu.
P.: ¿Por qué volver a esos fundamentos?
P.O.: Vivimos manejando conceptos heredados de la tradición griega. En casos resemantizados con una perversidad no exenta de intencionalidad. Lo que en Grecia tuvo su cuna hoy entre nosotros está teniendo su tumba. A conceptos como política, justicia, ciudadanía, democracia, gobierno, les hemos agregado contenidos diferentes, y son cascarones vacíos que se siguen usando para apropiarse de su prestigio y aquiescencia general pero que no denotan lo que fueron en su origen, y muchas veces incluso algo diametralmente opuesto. Volver a sus orígenes lleva a explorar la deontología de la política, los ideales y valores permitieron establecer ese admirable modelo de sociedad.
P: ¿La democracia le sirve de ejemplo?
P.O.: Desde que con la modernidad se volvió al concepto de democracia, siempre fue una idea subversiva y revolucionaria, como en el siglo XIX lo fue la república. En Grecia la democracia fue el gobierno del “demos”, el conjunto de ciudadanos conscientes y participativos, portadores de la esencia política de la sociedad, encargados de gobernar y juzgar, como señala Aristóteles. Hoy nadie se atrevería a definir así a un ciudadano. En el mejor de los casos es alguien beneficiario de ciertos derechos civiles que puede participar en consultas, elecciones o referendos, pero no tiene la potestad de gobernar y juzgar como lo hizo en la polis griega.
P.: ¿Por qué declara revolucionaria a la democracia?
P.O.: Es que fue un sistema pensado para aproximar al máximo a gobernantes y gobernados, y que no hubiera conflicto de intereses entre ellos, porque eran los mismos. Se creó para entre todos definir y defender el interés común, y revisar esa definición constantemente. Se pensó para que las desigualdades por la posesión de bienes o linajes pudieran ser corregidas mediante la igualdad política. Se buscó poner en manos del conjunto de los ciudadanos mecanismos correctores que nivelaran las lacras y las injusticias derivadas de las desigualdades económicas o sociales. He oído que aquí se puso de moda el empleo de la palabra casta, que corresponde a lo que en Grecia se denominaba oligarquía. La democracia en Grecia fue un sistema pensado y establecido para impedir que mandase el dinero.
P.: En su obra, comparando pasado y presente, dice que hoy la política ha quedado secuestrada por los poderes económicos.
P.O.: Transmutar el poder económico en poder político es una tendencia perversa natural. La tendencia ética, el esfuerzo de un sistema como la democracia es contrarrestar precisamente eso. Darle al conjunto de los ciudadanos herramientas para que eso no prevalezca. Se buscó que la sociedad fuera capaz de generar la política, y que ésta organizara la economía como gestión de recursos de manera sostenible en beneficio de la sociedad en su conjunto, y que el dinero fuera una herramienta para hacer funcionar la economía. Solón, el estadista ateniense, que estableció el precedente de la democracia, puso en marcha la eunomía, la buena legislación, las buenas leyes bien obedecidas. Sacó la esclavitud por deudas. Sacrificó la ambición de los acreedores en favor de la supervivencia de los deudores.
P.: El teatro, donde a veces se debaten esas ideas, ¿fue el origen de la democracia griega?
P.O: Tragedia y democracia, en Atenas, tienen vidas paralelas. A partir del siglo V a de C florecen en la Grecia clásica. Nacen, se desarrollan y acaban decayendo al mismo tiempo. La tragedia es el género de expresión literaria colectiva nacido del espíritu de la democracia, de ese espíritu de confrontación, de análisis en común, de exposición del conflicto de voluntades frente al conjunto de la sociedad. Es una emanación artística del sistema que encuentra un cauce para retratar reflexiones hondamente éticas y políticas. Habla por ejemplo sobre la libertad. Qué es, hasta donde llega, dónde acaba. Qué contexto social hay que crear para protegerla de la ley del más fuerte. Cómo defenderla. Qué es ser dueño de la propia voluntad. Cómo se sostiene el valor individual frente a las fuerzas de la sociedad, el Estado o la naturaleza.
P.: Además de libros ha hecho películas.
P.O.: En eso soy muy platónico, las imágenes y las ideas son vasos comunicantes. En mis textos aparecen instantes cinematográficos y en mis audiovisuales la dimensión literaria. En los dos casos el tema es el mismo de toda mi obra. De “Grecia en el aire” hay una película disponible en internet en mi página web. Como en el libro se van visitando distintos lugares de Atenas reviviendo lo que allí ocurrió, los seres mitológicos, héroes y artistas que allí vivieron, y los pasos que se dieron para establecer la democracia. A partir de mi “Atlas mitológico de Grecia” se hizo una serie sobre los lugares de los mitos. Hay, entre otras, una película sobre Antígona
P.: ¿En qué está ahora?
P.O.: En la puesta al día del “Atlas mitológico” que publiqué hace veinticinco años y está agotado en todas las lenguas. Y un libro complementario de “Palabras del Egeo” que explora la Grecia anterior a la clásica que es patrimonio universal.