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Vélez hizo más negocio que River en una noche emotiva: empataron por la Liga Profesional

Táctico y cerrado en el primer tiempo; vibrante y con alternativas y llegadas en ambas áreas. River y Vélez entregaron el partido prometido y se llevaron un empate que admite pocas discusiones. Un 1 a 1 que marcó el equilibrio entre las mayores variantes individuales de uno, y la exquisita tarea colectiva del otro.

La cantidad de agua que corrió debajo de los puentes de Núñez y Liniers fue abundante y caudalosa en los últimos ocho meses y medio transcurridos desde aquel 5-0 del equipo que por entonces dirigía Martín Demichelis sobre el titubeante que comenzaba a entrenar Gustavo Quinteros. La ficha estadística indica que se repitieron 11 de los 22 jugadores titulares de aquella tarde en el Monumental, pero cualquier semejanza es pura casualidad.

Marcelo Gallardo no se guardó nada y probó a su River con lo mejor que tiene ante el puntero VélezLA NACION/Manuel Cortina

El fútbol es, entre otras muchas cosas, circunstancias, instantes puntuales y estados de ánimo, y hoy la vida le sonríe e ilusiona tanto a Vélez como a River, más allá de que uno limite su mirada al ámbito nacional y el otro vislumbre horizontes más lejanos. Sin embargo, la puesta a punto, el “momentum” de ambos es muy diferente.

No hay método más efectivo para combatir la superior jerarquía individual que pueda mostrar un equipo que el funcionamiento colectivo, ese que Quinteros ha sabido darle a los suyos para hilvanar una campaña que huele a festejo.

No se guardó nada Marcelo Gallardo, sin importar que el viaje a Brasil para enfrentar a Atlético Mineiro por la ida de semifinales de Libertadores esté a la vuelta de la esquina. Quizá lo hizo para darle al choque la trascendencia que merecía, o porque la tabla anual no permite distracciones pensando en las Copas 2025. Aunque lo más probable es que haya sido consciente de que el andar de Vélez exige poner en la cancha todo el potencial posible. Y aun así tuvo motivos el Muñeco para coleccionar un buen puñado de preocupaciones pensando en el futuro inmediato.

River no encontraba la fórmula para dañar a Vélez en el primer tiempo y se fue a los vestuarios preocupado; en el segundo tiempo mostró otra cara.LA NACION/Manuel Cortina

El estudiado y perfectamente ejecutado escalonamiento del visitante desde mitad de cancha hacia su área desnudó todas las teclas que quedan por ajustar en el mecanismo ofensivo del Millonario para sacarle el máximo jugo a los nombres que brillan en el plantel.

Con pasmosa tranquilidad y suficiencia, Vélez anuló durante los 45 iniciales los circuitos que intentaban tejer en el medio Nacho Fernández, Santiago Simón, Maxi Meza y el muchas veces atolondrado Claudio Echeverri. Christian Ordóñez y Agustín Bouzat actuaron con precisión de relojería para achicar los espacios y cortar las intenciones de asociación de los volantes de River; detrás de ellos, los cuatro del fondo apretaron la distancia para evitar los pases entre líneas, y de esa manera Tomás Marchiori fue un espectador más, apenas molestado con algún centro lateral, única herramienta que le quedó a los locales para acercar pizcas de riesgo al área rival.

Marcos Acuña encara ante la marca de Joaquín García; River y Vélez no se sacaron ventaja en el Monumental.LA NACION/Manuel Cortina

El dominio táctico del líder del campeonato no tuvo idénticos niveles de efectividad con la pelota en su poder. Un poco por el correcto trabajo de Simón y Matías Kranevitter en la recuperación; y otro tanto porque si bien Vélez nunca abandonó la posibilidad del ataque, en general lo buscó sin desordenar las marcaciones ni alterar las posiciones originales de sus hombres.

Thiago Fernández movió un poco la estantería a los 19, gambeteó dos rivales hacia el centro y su remate se fue apenas ancho. En la siguiente, a los 26, Elías Gómez cruzó un cambio de frente para la subida de Joaquín García, quien tocó en corto para Claudio Aquino. Centro de primera al borde del área chica y el goleador Brian Romero la empujó al fondo.

La evidente desconexión de piezas no pasó inadvertida para Gallardo, que en un cuarto de hora realizó cuatro cambios a la vuelta del vestuario. Los dos primeros le dieron resultado inmediato. Sacó del medio River, Facundo Colidio puso a correr a Pablo Solari, su centro derivó en córner y del mismo la pelota dio involuntariamente en el brazo de Romero. El VAR se lo hizo notar a Yael Falcón Pérez y Miguel Borja puso el 1-1 desde los doce pasos.

La igualdad le permitió a Vélez enseñar que también le sobra carácter para reponerse de los golpes inesperados. En los minutos posteriores al empate creó tres ocasiones muy claras para volver a ponerse por delante. Sólo le faltó acierto en la puntada final y estuvo cerca de pagarlo sobre el cierre.

Lo mejor del partido

River mejoró la sensación en la segunda mitad. Tuvo más electricidad del medio hacia adelante con Colidio, una vía de llegada por derecha con Solari, no siempre bien terminada; y mayor calidad en los centros desde el otro lado con Marcos Acuña. Desperdiciaron buenas ocasiones Borja y Colidio; y Marchiori le ahogó el grito de la victoria a un cabezazo de Franco Mastantuono en el descuento.

Fue menos River en el balance general, no tiene el funcionamiento de un puntero que aprobó con muy buena nota uno de los exámenes más difíciles que le quedaba por rendir, pero le sobran argumentos individuales para compensarlo y pensar que cualquier sueño es posible. Fue más Vélez en conjunto. Desaprovechó su momento y coqueteó un rato con la derrota, pero sumó un punto de esos que agigantan la confianza para dar una vuelta olímpica por la que sin duda acumula más y más méritos en cada partido.

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