En su afán reformista a fondo, Javier Milei lo eligió como el enemigo perfecto y Pablo Moyano está decidido a retribuir hasta en los más sutiles detalles con lo que interpreta como un “elogio”. Lo expresó públicamente cuando enfatizó que “es un honor que diga que soy su enemigo”, y hasta lo sostienen en su círculo más próximo, donde aseguran que al camionero se lo ve con un entusiasmo renovado, cómo hace tiempo no tenía.
“Ha encontrado una razón de ser y se siente protagonista”, deslizan entre sus pares de la conducción de la CGT, donde al menos desde las formas toman distancia de las amenazas del gremialista, como el llamado a “voltear” el DNU y la ley ómnibus del Presidente, aunque en reserva admiten que su opinión sintetiza el sentimiento más generalizado dentro de la central en la relación con el gobierno libertario.
Desde la reunificación cegetista y pese a integrar el triunvirato de conducción junto a Héctor Daer y Carlos Acuña, Pablo Moyano siempre exhibió el discurso más duro y confrontativo, aunque desde una posición minoritaria en la que recalaban el puñado de sindicatos alineados con el kirchnerismo. Los sectores dominantes de la cúpula (los gordos de los grandes gremios de servicios, el trío de independientes que conforman UPCN, Uocra y Obras Sanitarias, y el sector barrionuevista) siempre privilegiaron un perfil dialoguista que volvía inocuo el ímpetu combativo del números dos de Camioneros.
La misma voluntad de diálogo desplegaron los caciques de Azopardo durante las primeras semanas de la gestión de Milei mientras en conversaciones reservadas punteaban con el ministro Guillermo Francos los ejes de los cambios laborales que anticipaba la nueva administración. Pero el mega-decreto presidencial estuvo en las antípodas de la reforma moderada que Francos había prometido a sus interlocutores gremiales y dejó en off-side a toda la cúpula que había apostado por el sendero de la negociación con los nuevos inquilinos de la Casa Rosada.
Frente a la profundidad de la embestida que los sindicalistas denunciaron observar detrás del paquete laboral del DNU (contra derechos individuales, colectivos y sus propias cajas), el discurso duro de Moyano ganó a toda la conducción. Y hasta algunos de los más dialoguistas asumieron la iniciativa en la confrontación. Muestras hay de sobra: el confederal cegetista anunció el 28 de diciembre la convocatoria al primer paro general contra Milei a 18 días de su asunción tras una reunión reservada de la primera línea de la central que decidió la medida de fuerza a instancias de una propuesta lanzada por Daer, que sorprendió a varios de sus propios aliados gremiales y sumó la adhesión inmediata del camionero y los dirigentes de perfil más duro de la central.
Desde el anuncio del paro general y tras la clausura de todo canal de diálogo con la gestión libertaria (donde también el ala dura que conforman Nicolás Posse y Federico Sturzenegger se impusieron y ordenaron poner fin a cualquier negociación con los gremialistas), la conducción sindical profundizó la ofensiva de confrontación, convencida de que el nuevo escenario le ofrece una oportunidad única de recuperar protagonismo político y convertirse en la vanguardia de la resistencia al gobierno de Milei. Y Pablo Moyano se autointerpreta como la figura sindical que mejor corporiza esa resistencia.
Desde el nuevo rol asumido y a la par de los esfuerzos en el plano judicial para frenar la aplicación de la reforma laboral contenida en el DNU, la conducción cegetista avanzó a paso firme en la apuesta de consolidar mayor musculatura política para enfrentar al Gobierno. Así aceitó los contactos con el kirchnerismo y el resto de los espacios del PJ, avanzó en el diálogo con los bloques opositores de la UCR y Hacemos Coalición Federal de Miguel Pichetto, y hasta se acercó a los sectores políticos y movimientos de la izquierda pese a la historia de diferencias y enfrentamientos que los separó durante décadas.
En esa misma búsqueda Pablo Moyano asumió personalmente el ejercicio de presión sobre el kirchnerismo. “¿Dónde están Alberto, Cristina y Massa? Tendrían que reaccionar, convocar y estar en la calle”, los desafió. Y tras reclamar una renovación urgente en el peronismo, advirtió que “el último muro de contención en defensa de los trabajadores es la CGT”.
El mensaje del camionero hizo mella en la estructura partidaria: este domingo la veintena de agrupaciones políticas que conforman Unión por la Patria, entre ellas el PJ y el Partido Renovador, difundió un pronunciamiento en el que anunció que se sumará al paro dispuesto por el CGT para el 24 de enero.
“Asistimos a un intento explícito de avanzar sobre nuestro Pueblo y sus derechos, en claro beneficio de grandes grupos económicos”, señaló UxP en el documento y añadió: “Tal proyecto de devastación popular y aniquilación de nuestra soberanía tiene al presidente Milei, su Gobierno y sus aliados como brazos ejecutantes y servidores y al endeudamiento perpetuo como su vehículo”.