La coprotagonista de la película de Walt Disney
Cantante e intérprete laureada de cine y teatro, su papel como madre de familia y militante, en la película junto a Julie Andrews, le dio fama internacional. Se inspiró en las primeras militantes inglesas por el sufragio femenino.
Podría tratarse de la canción de David Bowie del disco Ziggy Stardust: “Suffragette City”. Esa ciudad del sufragio, Londres, al fin y al cabo abarca tanto al ìdolo glam y vanguardista, como a la ciudad de Mary Poppins. Clásicos de la infancia del rock y del cine, tan ingleses como Sherlock Holmes, el tè de las cinco de la tarde o el ineludible Big Ben con el que empieza la película más british de Disney.
- «El Eternauta» y otras series argentinas que se estrenan en streaming en 2024
Y a pesar del filo rockero de la canción del compositor de “Space Oddity”, de sus referencias al poder femenino y sus guiños a La Naranja Mecánica, es en otra canción, sólo en apariencia más mansa y compuesta para un film infantil, donde anida la auténtica rebelde y revolucionaria.
“Sister sufragette”, es una canción pro-sufragio femenino, un himno democrátrico y feminista que la actriz Glynis Johns, que murió hoy a los 100 años, canta al principio de Mary Poppins, en su rol de Mrs. Winifred Banks.
Esposa de banquero y militante
La actriz británica Glynis Johns falleció el viernes 5 de enero en California. Estrella del cine y la TV, había nacido en Pretoria, Sudáfrica y era hija del actor Mervyn Johns, en una familia de abolengo teatral. Sin embargo, a pesar de sus múltiples personajes de un lado y del otro del Atlántico, fue una familia ficticia, la de la madre de los niños en Mary Poppins, la que le dio su fama eterna.
Si: ni los premios Tony ganados, ni sus apariciones esporádicas en la serie de culto Batman de los 60, ni el hecho de que Stephen Sondheim (el dramaturgo de West Side Story) haya compuesto para ella la canción «Send in the Clowns» (que se transformaría en uno de los standards de jazz tardìos más interpretados de los últimos cincuenta años) tuvo el impacto de su pequeño, pero gran papel como madre de los díscolos hermanos Banks, jovencitos burgueses y malcriados inmunes a todo tipo de nanny.
La factoría Disney, más que la patria de la infancia, es el pathos ancestral de la orfandad. De Bambi al Rey león, de Pinocho al Libro de la Selva. Acaso por eso, porque la novela original de Mary Poppins es apenas del siglo pasado (y porque según cuenta la leyenda el tío Walt tardó ¡20 años! en convencer a la autora, Pamela Lyndon Travers, de adaptar su obra a la pantalla grande), las cosas sean diferentes. Muy diferentes.
Esposa de un banquero inglés (valga el pleonasmo), el señor Banks, Mrs. Winifred no tiene ningún conflicto con su maternidad. Tiene un conflicto con no participar activamente en la política y no abogar por el sufragio femenino.
Sister suffragette: Hermana (vení), votá
Antes que Mary Poppins / Julie Andrews irrumpa en esa casa victoriana, encandilando a una familia de banqueros, a sus niños y por supuesto, al público, como si entrenara para hacer arder las estructuras de la iglesia católica como la rebelde sor Maria (La novicia rebelde se estrenaría exactamente un año después), la Mrs. Winifred de Glynis Johns canta. Baila. Está feliz: viene de un encuentro con mujeres que piensan y actúan como ella.
Unos instantes antes transcurre este diálogo entre la señora de la casa y sus criadas:
—Gran mañana, ¿verdad, Helen?
—Sí, señora, muy buena.
—¿Ha puesto los huevos podridos en mi bolso?
—Naturalmente —responde la criada.
—¡Cuando acabe el mitin iremos todas en manifestación a tirárselos al primer ministro!
Y es que Mary Poppins transcurre en 1910: aún faltan 18 años más para que las mujeres en Inglaterra voten. Nueva Zelanda, uno de los primeros países en lograr el sufragio femenino lo logró ese mismo. Argentina obtuvo sus primeros comicios con participación femenina el 11 de noviembre de 1951 (pero promulgado en 1947), gracias a Eva Perón, el Partido Justicialista y la lucha histórica de mujeres como Julieta Lanteri y Alicia Moreau de Justo.
La escena musical de “Sister suffragette” transcurre casi al comienzo. Y es tan impactante, tan desopilantemente politizada en una película de una de las industrias audiovisuales más avasallantes del siglo 20 (la factoría Disney ha sido tan revolucionaria artísticamente, como reaccionaria y macartista según cada época), que hoy parece increíble.
Emmeline Pankhurst: ¡Mujer, levántate! ¡Igualdad política y de derechos con los hombres!
El film deja en claro que ser madre de familia no es incompatible con la militancia por el sufragio femenino. Aunque, como describiría Virginia Woolf unos años después, en Una habitación propia, si para escribir se necesita independencia económica, para la praxis política se necesita tiempo propio.
Mrs. Winifred toma a su ama de llaves y a su cocinera del brazo. Son tres mosqueteras, representantes interclasistas de un futuro femenino cercano. Una Sarah Connor que quiere convencer a sus empleadas de la emancipación inexorable. Portan en el pecho una banda que dice “Voto para las mujeres” y cantan.
La letra no dice “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”, pero se le parece cuando entonan: “Our daughters’ daughters will adore us” (Las hijas de nuestras hijas nos adorarán). Es una letra sencilla, pero a la vez poderosa e intertextual, donde más que depositar el destino en el porvenir, como un espectro religioso o celestial, actúa sobre las cadenas del presente para cambiar el mañana. Los hombres no se salvan, son bastante estùpidos y hay menciones a Emmeline Pankhurst.
Claramente somos soldadas en enaguas.
Y cruzadas intrépidas por los votos de las mujeres.
Aunque adoramos a los hombres individualmente
¡Estamos de acuerdo en que como grupo son bastante estúpidos!
¡Deshazte de las cadenas del ayer!
¡Hombro con hombro a la batalla!
Las hijas de nuestras hijas nos adorarán.
Y cantarán en coro agradecido:
¡Bien hecho, hermana sufragista!
De Kensington a Billingsgate
¡Se oyen los gritos inquietos!
Desde todos los rincones de la tierra:
«¡Mujer, levántate!»
¡Igualdad política e igualdad de derechos con los hombres!
¡Tomar el corazón! ¡Porque la señora Pankhurst ha vuelto a estar encadenada!
¡No más los mansos y apacibles serviles que somos!
¡Estamos luchando por nuestros derechos, militantemente!
¡Nunca temas!
¡Así que deshazte de las cadenas del ayer!
¡Hombro con hombro a la batalla!
Las hijas de nuestras hijas nos adorarán.
Y cantarán en coro agradecido:
¡Bien hecho, hermana sufragista!
Emmeline Pankhurst, una de las activistas políticas británicas más importantes del comienzo del siglo 20, fue líder del movimiento sufragista que ayudó a las mujeres a ganar el derecho a votar en Gran Bretaña. Fundó la Unión Social y Política de las Mujeres (Women’s Social and Political Union o WSPU) afín al Partido Laborista y al pensamiento socialista.
Las sufragistas rebeldes
La melodía funciona, sin ser la mejor de la historia de Disney, por ser obra de los hermanos Sherman. Robert y Richard fueron algo así como los Gershwin de la marca del ratón Mickey: de Los Aristogatos al El libro de la selva, pasando por Winnie the Pooh.
Con o sin música, pero siempre con un ritmo perfecto, la reflexión más original en su mensaje de los derechos de la mujer y antisistema, la ha dado el periodista español Manuel Ligero en su asombroso artículo “Mary Poppins y el viento del Este”. Aquí un fragmento:
Pero (el personaje de Glynis Johns), esta luchadora (privilegiada socialmente pero luchadora al fin y al cabo) que desfila enérgicamente por las calles de Londres (y por los pasillos de su casa) al grito de `¡hoy las cadenas hay que romper!’ no es la única feminista de la historia. La propia Mary Poppins lo es. Es una mujer independiente que mantiene una relación de igualdad y de amistad con otros hombres, singularmente con Bert /Dick Van Dyke (sin sexo, que sepamos, aunque tal vez sí, y no tendría nada de sorprendente ni de reprobable), pero también con el tío Albert. Mary Poppins es una feminista de una pieza porque no se deja avasallar por nadie, y por un hombre mucho menos.
“Sister Suffragette” carece del componente casi lisérgico de “Supercalifragilisticexpialidocious» o del swing de “Chim Chim Cher-ee» (que la interpretaron desde John Coltrane a Tom Waits, escondida en su noir “Diamonds & Gold”). Sin embargo, quien vuelva a Mary Poppins, se encontrará con una canción, una escena y una letra casi desapercibida, pero histórica. La interpreta Glynis Johns, que murió a los 100 años. Como si hubiera pasado poco más de un siglo de su personaje. Que no es el protagónico, pero uno que sabía bailar al son de los tiempos.
Como escribió la pionera del feminismo Emma Goldman, “Si no puedo bailar no quiero ser parte de tu revolución”.
“¡Bien hecho, hermana sufragista!”